domingo, 23 de agosto de 2009

ARGUCIAS TELEFÓNICAS


Permitidme un alto en el habitual camino de mis reflexiones para hablaros sobre un caso que me aconteció ayer mismo y que quiero compartir con vosotros. Sirva esta experiencia para que andéis prevenidos por el camino de la vida, para que nadie, sirviéndose de una amabilidad arrolladora, consiga daros gato por liebre.
Ayer tarde me llamó un comercial de Telefónica asegurándome, tras una larga charla y una envidiable soltura al teléfono, que me regalaban Imagenio e Internet a 6 megas durante un año por el mismo precio que pago en la actualidad por mi contrato de Internet de 1 mega. Y es que hay que tener mucho cuidado con las ofertas o regalos que nos ofrecen por vía telefónica y cuya conversación queda grabada para que, en caso de reclamación, puedan ampararse en el hecho de que en su día, se supone, un operador nos informó correctamente y nosotros aceptamos las condiciones.
El comercial, después de asegurarme de que pagaría lo mismo y que se trataba, efectivamente, de un exclusivo “regalo”, me aconsejaba y me instaba por todos los medios a que aceptara las condiciones en una conversación que tendría lugar a continuación y que iba a ser grabada “por mi seguridad”, que no interrumpiera ni hiciera preguntas al otro operador, pues esto significaba para la empresa que él no había hecho bien su trabajo.
Para desentramar su artimaña continué a la espera.
Craso error si le hubiera hecho caso, pues al pasarme con el siguiente operador, como está en su derecho todo consumidor, le pregunté sobre el “regalo” y éste me indicó que si aceptaba las condiciones facturarían el precio que yo aceptaba en ese momento, que, evidentemente, no conservaría lo que pago en la actualidad, y que el contrato de permanencia con esta modalidad sería de 12 meses; o sea, que hubiera pagado por el “regalo”: 73,37 € + el 16 % de IVA, en definitiva, unos 30 € más sin posibilidad de darme de baja durante todo un año.
Amigos, andaros con cuidado. Nunca aceptéis nada que no sea por escrito y cuya letra pequeña tengáis bien clara.

lunes, 17 de agosto de 2009

EL NEGOCIO DE LA MUERTE


Comenzó mi interés por escribir sobre este tema durante mi reciente recorrido por el Camino de Santiago. Nada menos que en el escaparate de una tienda de un perdido, aunque precioso, pueblo de montaña, se exhibía una pancarta (tamaño XXL, por cierto), advirtiendo a turistas y residentes que hay que andarse con mucho ojo a la hora del fallecimiento de algún familiar. Y es que precisamente en esos momentos de duelo y desconcierto es donde la conocida picaresca humana suele actuar. Según el cartel, resulta que si tenemos la desgracia de perder a un ser querido durante su ingreso en un hospital o residencia deberíamos contar con el ánimo suficiente como para ser nosotros mismos quienes elijamos la funeraria que deseemos que se haga cargo del finado. ¿Por qué? Por una sencilla razón: puede darse el caso de que la persona encargada de contactar y dirigirnos a una funeraria concreta pueda embolsarse, por ese simple gesto, una compensación económica por parte de la compañía.
Pues eso, con o sin seguro de defunción, tenemos derecho a elegir la funeraria que más nos convenga. Y es que la letra pequeña es la causante de más miopías y, por consiguiente, la que menos leemos, por lo que algún alma caritativa pensó que publicando un cartel de dimensiones considerables este consejo no pasaría desapercibido a vista de nadie. Y así debería funcionar todo en la vida si fuéramos más humanos, y menos interesados, los unos con los otros. Colaboremos entre todos a hacer de este mundo un lugar más cálido, pues fijaos lo lejos que puede llegar el cartel que exhibe el escaparate de una humilde tienda.
En EE.UU. el negocio de la muerte mueve cada año cerca de 11 billones de dólares en gastos funerarios, aunque en nuestro castizo país no nos quedamos a la zaga: el coste medio de un entierro es de 2.220 €, gasto que puede ir in crescendo en función de la calidad del servicio. Hasta tal punto llega el peligro de morir dejando una singular deuda a los pobres familiares, que para ello se inventaron los seguros de decesos, hecho escabroso y singular como no hay otro. Pues, pensándolo fríamente, llegaremos a la conclusión de que nada puede llegar a ser más desagradable: ¿pasarnos la vida pagando, en cómodas mensualidades (gracias a Dios), el día de nuestro entierro? La verdad es que es de tebeo. Me viene a la memoria esas películas del Oeste donde, en el lugar del inminente tiroteo, acude el interesado enterrador frotándose las manos y pensando en el negocio que va a hacer ese día, pese a llevar en ellas el metro para medir al futuro desdichado y el papel y lápiz necesarios para apuntar las medidas del mismo. Y ahora me lo explico todo, de ahí la frasecilla esa que oíamos de pequeños y no parábamos de repetir: La muerte tenía un precio. Y es que este negocio, por increíble que parezca, viene de lejos. Si no, fijaos en el Antiguo Egipto: si las pirámides estaban destinadas a albergar los cuerpos de los faraones, ¿dónde se enterraba al resto de la población? Siempre ha habido privilegiados hasta para emprender el último viaje.
La muerte siempre ha sido un negocio, y las funerarias un negocio seguro contra las que no tengo nada y donde no quiero entrar. Cada persona debe concertar con su seguro o familia cómo quiere que sea su entierro, y más tarde son los mismos familiares quienes deciden qué extras añadir al sepelio. Sólo comentar que la persona fallecida no necesita más extras que la despedida de los suyos y un entierro digno. Lo demás, y lo más importante, mejor en vida, como diría mi abuela.
Ahora me asaltan a mí dos grandes cuestiones: ¿Qué habrá llevado al dueño de la tienda a colgar un cartel en el escaparate avisando de este tipo de fraudulentas prácticas? ¿Hasta qué punto no dejará de ser la muerte, para algunas personas, un negocio rentable?
Puede que alguno de vosotros penséis: “¿este artículo no pega más durante el mes de noviembre?” Si esto es así, creedme que no, que la ocasión la pintan calva y este es el recuerdo más práctico que me traje de mis andanzas por el norte. Además, ya tiene bastante el lluvioso y lóbrego noviembre como para encima dedicarle un artículo sobre la innombrable. Ya se encargaron de colgarle el sambenito al llamarlo el mes de los muertos. ¿O no?
Amigos, tomaos este artículo como si de un monólogo humorístico se tratara, aunque conocer algunos aspectos del negocio de la muerte… no es cosa de risa.

martes, 11 de agosto de 2009

CON SABOR A CAMINO

Porque a veces una imagen vale más que mil palabras, aquí os dejo unas cuantas con sabor a camino.
Espero que todos os encontréis bien y estéis pasando muy feliz verano.
Pasaré unos días tratando de recomponer el desordenado puzzle de reflexiones que os traigo y que, como ya preveo, me costará unos días ordenar. Hasta pronto...

"Alcanzar los objetivos no es lo importante, sino las cosas que uno halla por el camino"

"En la vida no hay caminos buenos ni malos, lo que hay son buenos y malos caminantes"

"Hay menos camino de la virtud al vicio, que del vicio a la virtud"

"Un viaje de 1.000 Km se empieza moviendo un pie"

"No contaré si pasé calor o frío, cuando viajo, viaja mi alma"

"La vida, a lo largo de su camino, a veces pide que renunciemos a una cosa para poder elegir otra"

"Nunca me interesó la meta, sólo el camino"