lunes, 4 de julio de 2011

LA FILOSOFÍA DEL QUITARSE DE EN MEDIO

Abreviando un poco, el artículo nº 11 de la ley reguladora de los derechos de la persona ante el proceso final de la vida recoge que todas las personas tienen derecho a recibir la atención idónea integral que prevenga y alivie el dolor y sus manifestaciones, lo que incluye, además del tratamiento analgésico específico, la sedación.
Entonces, si ya hay una ley que recoge estas medidas para que enfermos terminales incurables tengan una muerte digna, ¿por qué el gobierno prometió en 2004 que legalizaría la eutanasia? En internet descubro argumentos a favor capaces de helar la sangre a cualquiera. Echando mano de lo que es, a mi opinión, eufemismos y toda clase de ambigüedades, el grupo denominado Derecho a Morir Dignamente encabezado por el polémico Dr. Luis Montes, afirman cosas tales como que la eutanasia es “la esperanza del hombre en tener al final de su vida un buen morir”.
Pienso que lo primero que deberíamos preguntarnos, tanto enfermos como familiares, es: ¿a qué llamamos “muerte digna”? Desconectar a un paciente de la máquina que le mantiene con vida, o administrar una inyección que termine con la vida de una persona no puede significar morir con dignidad. Morir con dignidad es morir arropados por las personas que amamos, asistidos por un grupo de profesionales médicos, en un ambiente idóneo, recibiendo los cuidados paliativos correspondientes. Esto es, a mi entender, morir con dignidad.
Ahora preguntémonos si el Gobierno de la nación saca algún beneficio al respecto si finalmente reforma el artículo 143 del Código Penal y legaliza la eutanasia. Es evidente que sería un ahorro considerable de dinero, tiempo y espacio en materia de Sanidad, por lo tanto, es necesario convencer a la sociedad vendiéndoles esta medida como “
la solución que libera del sufrimiento a enfermos y familiares”.
Este plan me evoca la Alemania nazi de la que escribí hace tiempo. Una época de nuestro pasado más reciente de la que surgió un líder excéntrico y desvariado cuya filosofía basada en la eugenesia social pretendía instaurar en Alemania la raza perfecta. Planes que desembocaron en la “Solución Final”: el exterminio de millones de personas. Sí, de aprobarse la eutanasia en España sería este país como el Tercer Imperio que Hitler soñó: un país de gente joven, fuerte y sana solamente; pues a los enfermos, a los más débiles, nos quitarán de en medio antes de que podamos decir “ah”. Y no será por dignidad, créanme, será por egoísmo, por comodidad y como medida de ahorro. Nada más.
Yo ahora me pregunto de qué sirve cotizar en la Seguridad Social si al final de toda una vida de esfuerzo y sacrificio (quien llegue a mayor y, quizás, necesite que le devuelvan la atención y el cariño brindado), un médico joven y apuesto le inyectará esa cosa que, en la página de DMD, tildan de encerrar un hermoso significado, ya que etimológicamente eutanasia significa “buena muerte”.
Me entristece el problema que tiene esta sociedad. Debemos educar en valores, debemos enseñar a los jóvenes que hay que estar ahí en la salud y en la enfermedad. ¿O es que una vida frágil y enferma carece de valor? No conozco a nadie que se encuentre al final de su vida y con una enfermedad incurable que desee morir si el ambiente que le rodea es afectuoso, y creed que hablo por experiencia. Ver sufrir a una persona que se ama es muy doloroso, pero, ¿no es mucho más doloroso tomar la decisión de acabar con su vida como si se tratase de un deshecho al que un médico pone fecha de caducidad?
Si se legaliza la eutanasia en nuestro país muchos enfermos tomarán esta decisión convencidos por los argumentos de la sociedad que la apoya (responsable de que se haya legalizado), más por eso, y por sus familias, que por él o ella mismo/a. Y aquellos que su enfermedad los mantenga mentalmente incapaces: ¿no merecen acaso disfrutar de los adelantos de la técnica y seguir enganchados a esa máquina que les permite vivir? ¡Cuántas personas han salido de un coma, tras años postrados en una cama, y están haciendo una vida completamente normal!
Recientemente he conocido el caso del Dr. Marcos Gómez Sancho y su actitud me ha conmovido. Tras complicaciones quirúrgicas mientras lo operaban de una hernia lumbar, este médico canario especialista en anestesiología y reanimación quedó postrado en una cama durante tres años, totalmente dependiente y preso de un dolor insoportable en la médula. Después de vencer con valentía la enfermedad y quedar totalmente restablecido, se ha especializado en Cuidados Paliativos y es un firme defensor de la muerte natural.
¿Cómo le explicaré a mi hija de 7 años que cree que la carne que consumimos en casa proviene de animales “muertos de viejos”, que en España hay un grupo de personas que trabajan para que algún día sea legal desconectar a un enfermo de la máquina que lo mantiene con vida bajo el pretexto “de que esa vida ha llegado a ser inútil para su familia, para la sociedad y para el mismo paciente”? ¿Perderá su vocación de enfermera al saber que en un futuro puede que la medicina ya no tenga sólo como objeto salvar vidas?
Es lamentable que se desvalore la vida humana de esa manera y que cada día sean más las personas que piensen que un enfermo, de los denominados “no productivos”, tengan más derecho a morir que a vivir. Todos los seres humanos huimos del sufrimiento y de la enfermedad, siendo ambas cosas una realidad de nuestro mundo. Si tal vez si nos educaran desde el respeto a toda vida estaríamos más preparados ante los reveses que nos puede deparar el destino. De nada sirve llorar por la leche derramada, deberíamos aprender y enseñar a nuestros hijos a asimilar y aceptar lo que nos acontezca con coraje y resignación. Mientras haya vida debemos respetarla, protegerla, porque cada ser es único e irrepetible.