Parece el título de una obra de teatro, pero no lo es. Me imagino la cantidad de chistes que sacaría el fantástico Miguel Gila a raíz de escuchar la noticia que ha dado esta mañana la cadena Cope, motivo por el que escribo esta entrada; pero, por desgracia, tampoco va a poder ser. Os tendréis que conformar con lo que yo os cuente, o con lo que yo recuerde, que llevo ya algún tiempo sin escribir palabra y ya se sabe lo que pasa con lo que no se ejercita.
En fin, es sabido que los tiempos cambian, pero no hasta el punto de rozar el extremo como en el caso que os decía. Tendrán que modificar la orden religiosa que sea y cambiar una frase por otra, es decir, que hoy día lo que separa a las parejas no es la muerte, no. Ese término está prácticamente en desuso. Lo que separa y divide y enfrenta son las mascotas, sin necesidad de suegras ni cuñados solteros de por medio.
Empiezo: una pareja llegó hasta los juzgados para que un juez dictaminara el lugar donde tendría que vivir el gato cuya dueña permitía entrar en el dormitorio conyugal a hacer su vida, y cuyo dueño no estaba del todo de acuerdo. El veredicto fue claro, o sea, que ni pa’ ti ni pa’ mi, que el gato viviera en la cocina y santas pascuas. Pero, al parecer, esta sentencia no satisfizo del todo a una de las partes. Es comprensible: el problema podría radicar en que la dueña del minino observaba un extraño comportamiento en el mismo al trasladarse a esa ala de la casa, pues se resistía a que el animal, y objeto de la discordia, viviera en tal lugar… ¿Sería, tal vez, porque observara una desmedida afición a la bebida por parte del minino? No lo sabemos.
El caso es que el marido, al verse minusvalorado frente a lo que en un principio no parecía una amenaza, y harto de que la mujer sintiera una fatal preferencia hacia el animal hasta el punto de haberlo plantado en un juzgado, y requeteharto de encontrarse en lo más bajo de la escala de valores de su pareja respecto al felino, explotó y pasó lo que ya sabemos. Divorcio al canto.
Pues aquí se acaba la historia, que por breve no es menos insólita. Hay quien confunde el cariño a un animal, lo transforma en sinrazón y lo antepone a cualquier cosa. Habrá que retocar también el refrán y decir: “tiran más dos bigotes de gato que la maroma de un barco”.
En fin, es sabido que los tiempos cambian, pero no hasta el punto de rozar el extremo como en el caso que os decía. Tendrán que modificar la orden religiosa que sea y cambiar una frase por otra, es decir, que hoy día lo que separa a las parejas no es la muerte, no. Ese término está prácticamente en desuso. Lo que separa y divide y enfrenta son las mascotas, sin necesidad de suegras ni cuñados solteros de por medio.
Empiezo: una pareja llegó hasta los juzgados para que un juez dictaminara el lugar donde tendría que vivir el gato cuya dueña permitía entrar en el dormitorio conyugal a hacer su vida, y cuyo dueño no estaba del todo de acuerdo. El veredicto fue claro, o sea, que ni pa’ ti ni pa’ mi, que el gato viviera en la cocina y santas pascuas. Pero, al parecer, esta sentencia no satisfizo del todo a una de las partes. Es comprensible: el problema podría radicar en que la dueña del minino observaba un extraño comportamiento en el mismo al trasladarse a esa ala de la casa, pues se resistía a que el animal, y objeto de la discordia, viviera en tal lugar… ¿Sería, tal vez, porque observara una desmedida afición a la bebida por parte del minino? No lo sabemos.
El caso es que el marido, al verse minusvalorado frente a lo que en un principio no parecía una amenaza, y harto de que la mujer sintiera una fatal preferencia hacia el animal hasta el punto de haberlo plantado en un juzgado, y requeteharto de encontrarse en lo más bajo de la escala de valores de su pareja respecto al felino, explotó y pasó lo que ya sabemos. Divorcio al canto.
Pues aquí se acaba la historia, que por breve no es menos insólita. Hay quien confunde el cariño a un animal, lo transforma en sinrazón y lo antepone a cualquier cosa. Habrá que retocar también el refrán y decir: “tiran más dos bigotes de gato que la maroma de un barco”.
Parece mentira, pero el informador no aclaró quién de los dos pidió la custodia del susodicho animal...
Rosa Sánchez
Rosa Sánchez