Comenzó mi interés por escribir sobre este tema durante mi reciente recorrido por el Camino de Santiago. Nada menos que en el escaparate de una tienda de un perdido, aunque precioso, pueblo de montaña, se exhibía una pancarta (tamaño XXL, por cierto), advirtiendo a turistas y residentes que hay que andarse con mucho ojo a la hora del fallecimiento de algún familiar. Y es que precisamente en esos momentos de duelo y desconcierto es donde la conocida picaresca humana suele actuar. Según el cartel, resulta que si tenemos la desgracia de perder a un ser querido durante su ingreso en un hospital o residencia deberíamos contar con el ánimo suficiente como para ser nosotros mismos quienes elijamos la funeraria que deseemos que se haga cargo del finado. ¿Por qué? Por una sencilla razón: puede darse el caso de que la persona encargada de contactar y dirigirnos a una funeraria concreta pueda embolsarse, por ese simple gesto, una compensación económica por parte de la compañía.
Pues eso, con o sin seguro de defunción, tenemos derecho a elegir la funeraria que más nos convenga. Y es que la letra pequeña es la causante de más miopías y, por consiguiente, la que menos leemos, por lo que algún alma caritativa pensó que publicando un cartel de dimensiones considerables este consejo no pasaría desapercibido a vista de nadie. Y así debería funcionar todo en la vida si fuéramos más humanos, y menos interesados, los unos con los otros. Colaboremos entre todos a hacer de este mundo un lugar más cálido, pues fijaos lo lejos que puede llegar el cartel que exhibe el escaparate de una humilde tienda.
En EE.UU. el negocio de la muerte mueve cada año cerca de 11 billones de dólares en gastos funerarios, aunque en nuestro castizo país no nos quedamos a la zaga: el coste medio de un entierro es de 2.220 €, gasto que puede ir in crescendo en función de la calidad del servicio. Hasta tal punto llega el peligro de morir dejando una singular deuda a los pobres familiares, que para ello se inventaron los seguros de decesos, hecho escabroso y singular como no hay otro. Pues, pensándolo fríamente, llegaremos a la conclusión de que nada puede llegar a ser más desagradable: ¿pasarnos la vida pagando, en cómodas mensualidades (gracias a Dios), el día de nuestro entierro? La verdad es que es de tebeo. Me viene a la memoria esas películas del Oeste donde, en el lugar del inminente tiroteo, acude el interesado enterrador frotándose las manos y pensando en el negocio que va a hacer ese día, pese a llevar en ellas el metro para medir al futuro desdichado y el papel y lápiz necesarios para apuntar las medidas del mismo. Y ahora me lo explico todo, de ahí la frasecilla esa que oíamos de pequeños y no parábamos de repetir: La muerte tenía un precio. Y es que este negocio, por increíble que parezca, viene de lejos. Si no, fijaos en el Antiguo Egipto: si las pirámides estaban destinadas a albergar los cuerpos de los faraones, ¿dónde se enterraba al resto de la población? Siempre ha habido privilegiados hasta para emprender el último viaje.
La muerte siempre ha sido un negocio, y las funerarias un negocio seguro contra las que no tengo nada y donde no quiero entrar. Cada persona debe concertar con su seguro o familia cómo quiere que sea su entierro, y más tarde son los mismos familiares quienes deciden qué extras añadir al sepelio. Sólo comentar que la persona fallecida no necesita más extras que la despedida de los suyos y un entierro digno. Lo demás, y lo más importante, mejor en vida, como diría mi abuela.
Ahora me asaltan a mí dos grandes cuestiones: ¿Qué habrá llevado al dueño de la tienda a colgar un cartel en el escaparate avisando de este tipo de fraudulentas prácticas? ¿Hasta qué punto no dejará de ser la muerte, para algunas personas, un negocio rentable?
Puede que alguno de vosotros penséis: “¿este artículo no pega más durante el mes de noviembre?” Si esto es así, creedme que no, que la ocasión la pintan calva y este es el recuerdo más práctico que me traje de mis andanzas por el norte. Además, ya tiene bastante el lluvioso y lóbrego noviembre como para encima dedicarle un artículo sobre la innombrable. Ya se encargaron de colgarle el sambenito al llamarlo el mes de los muertos. ¿O no?
Amigos, tomaos este artículo como si de un monólogo humorístico se tratara, aunque conocer algunos aspectos del negocio de la muerte… no es cosa de risa.
Si todo en la vida es negocio,¿ Por qué no lo iba a ser la muerte?.
ResponderEliminarLo más extraño es que los vivientes llevamos la ostentación hasta extremos risibles y alimentamos inconscientes, la avaricia de tantos listillos aprovechados.
Cambiemos las leyes. Que cada uno entierre a sus muertos.
No deja de sorprendernos lo que el dios dinero es capaz de hacer. Hay datos que ponen la piel de gallina. Como saber que se gasta el triple en accesorios para mascotas que para paliar el hambre. Dinero, dinero.... que fea palabra
ResponderEliminarHemos perdido la capacidad de asombro ante muchas cosas de la vida.Hay que ver lo ilógico que suena , que en vida, dejes de disfrutar de un dinero ganado con tu esfuerzo, para poder pagarte tu entierro y no dejar con deudas a la familia.
ResponderEliminarLa salud, la educación, y esa parte inevitable del ser humano, bebería ser cosa de estado.
Pero igual no funcionaría, así fuera el estado quien se encargara de enterrar al fallecido.
Por que la vanidad de algunos es tan intensa, que muchos querrán tener un entierro más lujoso.
Muy bueno tu monólogo, me ha gustado.
Hay que desdramatizar ciertos actos de la vida, y señalar las miserias humanas, que hasta de la muerte hacen su buen negocio.
Un besote Sara y linda semana.
Gizz
Di que sí. Una funeraria es un negocio como otro cualquiera, aunque su trabajo sea más bien delicado, pero eso no da derecho a que se aprovechen del dolor ajeno para seguir sumando. Mi vecina sabrá a cuánto le ascendió la cuenta cuando murió su marido pues, ante la situación, no dejaban de recomendarle esos extras de los que hablas... ¿Por qué esos precios tan desorbitados? Dan ganas de no morirse, la verdad.
ResponderEliminarUn beso, guapísima. Me alegro de tu regreso.
Hoy en día es más barato la incineración.
ResponderEliminarSin Ataud, sin traslado, lugar, alquiler...
A mis cenizas, que las suelten en el mar.
Abrazos.
No entro en el tema del negocio, pero sí, me parece penoso que valoremos, en el momento de nuestra muerte, más el tipo de entierro que la importancia de lo que ocurre en ese momento.
ResponderEliminarSe me ocurre, espero poder hacerlo, dejar dicho que me hagan un entierro sencillo y simplemente digno, porque lo importante es el encuentro con el SEÑOR.
Lo importante es que los que me acompañen lo hagan porque han podido sentir la presencia del PADRE a través de mi humilde persona y eleven una oración con fe por mi alma; lo importante es saber que en ese momento empieza la verdadera vida y para eso sí tengo que llevar mis mejores galas, no ser que me ocurra lo de aquel invitado al banquete nupcial y fue sorprendido sin traje de fiesta.
Es, en esos momentos, cuando tengo que llevar mis galas de servicio, entrega, humildad, disponibilidad, solidaridad, desapegos, sencillez, compartir...etc. Es cuando debo presentar mi credencial del amor con el que he vivido, y según sea, será mis pompas fúnebres.
Lo demás queda, como las cosas del mundo, en pura vanidad de vanidades. Por lo tanto no pensemos en un buen entierro al estilo de las funerarias mundanas, sino al estilo de nuestro PADRE DIOS.
Un fuerte abrazo.
Aisss, amiga mia querida.
ResponderEliminarque razon tienes.
Hace poco, desgraciadamente tube que experimentar hasta donde llega este negocio.
Me pareció algo tan surealista, me sorprendió tanto. Como en un momento te llevan a una habitacion donde exponen el material "necesario" para el entierro.
Y te presentan una factura, a la que van sumando una y otra cosa, que claro, en esos momentos duros, tristes por la perdida de un ser querido no te enteras mucho, porque "Bastante tienes con lo que tienes" en fin, me pareció algo triste, sentí pues lo que comentabas... hacemos negocio de todo.
Si vale de algo, cuando llegue mi hora (que será cuando Dios quiera, (por cierto Señor, yo no tengo prisa ehh))soy alergica al polen, con lo cual Pasemos de flores, eso si, algun Padre Nuestro por mi alma, para que no me sea muy complicada la entrada para poder ver al Jefe.Y el feretro, pues.... el de Oferta, creo que incluso aunque suene algo macabro, pronto encontraremos en Carrefour, Erosky y otros super donde elegir; el negocio es el negocio.
En fin, un toque de humor a tu monologo.
un beso fuerte
y muchas muchas muchas bendiciones.