Una infancia feliz no tiene precio, principalmente porque marca de por vida a una persona. Todos los niños deberían vivir la infancia que se merecen, vivirla plenamente, sin demasiado lujo ni excesiva pobreza, sin que los trabajos, ni los placeres, ni los vicios del adulto contaminen los primeros años de sus vidas. Pero no olvidemos que para que este ideal sea una realidad deben estar en manos de personas sanas y responsables en todos los sentidos.
Desviaciones sexuales las hay de muchas clases, por eso, yendo al tema que me ocupa, quisiera hacer distinciones entre pederastia y pedofilia. La pederastia es el abuso deshonesto cometido por un adulto hacia los niños, y la pedofilia es un trastorno sexual del que se siente atraído físicamente hacia los niños de igual o distinto sexo. Es importante conocer los términos porque no es lo mismo “sentir” que “actuar”, aunque no podemos pasar por alto que todo el que “actúa” lo hace porque primero “ha sentido”, y, en este caso, ha dado ese infame paso que separa el pensamiento de la acción.
Me veo en la obligación de hacer alusión a Internet y sus peligros, puesto que gracias al fácil acceso existente a perfiles y otras redes sociales, ha pasado a convertirse en el caldo de cultivo de pederastas y pedófilos; donde éstos, como los enfermos que son, se pueden hacer pasar por menores, seducir al verdadero menor, pudiéndolo incitar a prácticas deshonestas e impropias de su edad con total impunidad. Y esto en nuestro país, sin ánimo de alarmar, es más habitual de lo que pensamos. Es un medio donde el anonimato quita la vergüenza y aumenta el descaro. Más fácil imposible.
Siempre que abro un periódico encuentro alguna noticia sobre abusos de menores, aunque lo más impactante es lo que vi el pasado 23 de febrero en ABC, la antítesis de la cuestión: una carta redactada por un menor coherente y responsable advirtiendo y pidiendo medidas contra los peligros de Internet. La misiva decía así: “Soy un chico de trece años. Como la mayoría de los chicos de mi edad disponemos de un ordenador con acceso a redes sociales. Me quería quejar de los peligros que tienen estas redes y que, aunque nuestros padres nos controlan, nunca se está seguro de las personas que se introducen en estos círculos. Así que pido al Gobierno que nos ayuden para poder seguir utilizando internet con comodidad. Fdo: Guillermo Rodríguez”. ¿Se puede hablar más claro?
A los niños debemos protegerlos de los corruptores de menores que campan a sus anchas por la Red de redes y por otros muchos ambientes. Porque es una realidad: hay a quien la figura de un niño le inspira sentimientos de protección y hay a quien le ocurre todo lo contrario. Si no, no se explica por qué miles de niños son explotados a diario, soportando con la candidez de sus años vejaciones y abusos por parte de esos adultos en cuyas manos han caído; manos que podrían servirles de apoyo, de protección y de un modelo de conducta adecuado, y que, sin embargo, movidos por una baja moral no dudan ni un segundo en destrozar y traumatizar la infancia de criaturas fácilmente manipulables sólo por el propio egoísmo y por esa búsqueda del placer más allá de toda ética.
Vergüenza y remordimientos, inocencia perdida, infancias robadas… Horroriza pensar que el supuesto acosador pueda camuflarse tras el rostro amable de cualquier desconocido que pasea distraídamente por los parques o por las proximidades de los colegios, pero no nos olvidemos que en un alto porcentaje resulta ser una persona del círculo más cercano a la víctima. Padres, familiares, amigos… el perfil del acosador, cuyo número parece ir en aumento a medida que crecemos en desarrollo y tecnología, puede tener muchas caras. Es más, sin ir más lejos, se calcula que cerca de 30.000 españoles viajan cada año al extranjero en busca de sexo con menores. Y yo les confieso que, al conocer este dato, me dije firmemente para mis adentros: “paren el mundo que me bajo”.
Hace poco tuve ocasión de leer una publicación sobre el tráfico de niños en Haití. Demoledor. El destino de la mayoría de esos infantes robados es la esclavitud: laboral, sexual o ambas a la vez. Al igual que ocurre en todos los países pobres donde impera la miseria y el descontrol. Y siempre sucederá así porque algunos pervertidos (por llamarlos de alguna manera), simplemente, no tienen ni razón de ser.
Mientras no existan procesos de prevención, tanto a nivel familiar como policial, y nos unamos entre todos para denunciar y frenar estas prácticas, todo seguirá igual. Por lo que insisto: siempre, la prevención, es la mejor de las opciones.
Desviaciones sexuales las hay de muchas clases, por eso, yendo al tema que me ocupa, quisiera hacer distinciones entre pederastia y pedofilia. La pederastia es el abuso deshonesto cometido por un adulto hacia los niños, y la pedofilia es un trastorno sexual del que se siente atraído físicamente hacia los niños de igual o distinto sexo. Es importante conocer los términos porque no es lo mismo “sentir” que “actuar”, aunque no podemos pasar por alto que todo el que “actúa” lo hace porque primero “ha sentido”, y, en este caso, ha dado ese infame paso que separa el pensamiento de la acción.
Me veo en la obligación de hacer alusión a Internet y sus peligros, puesto que gracias al fácil acceso existente a perfiles y otras redes sociales, ha pasado a convertirse en el caldo de cultivo de pederastas y pedófilos; donde éstos, como los enfermos que son, se pueden hacer pasar por menores, seducir al verdadero menor, pudiéndolo incitar a prácticas deshonestas e impropias de su edad con total impunidad. Y esto en nuestro país, sin ánimo de alarmar, es más habitual de lo que pensamos. Es un medio donde el anonimato quita la vergüenza y aumenta el descaro. Más fácil imposible.
Siempre que abro un periódico encuentro alguna noticia sobre abusos de menores, aunque lo más impactante es lo que vi el pasado 23 de febrero en ABC, la antítesis de la cuestión: una carta redactada por un menor coherente y responsable advirtiendo y pidiendo medidas contra los peligros de Internet. La misiva decía así: “Soy un chico de trece años. Como la mayoría de los chicos de mi edad disponemos de un ordenador con acceso a redes sociales. Me quería quejar de los peligros que tienen estas redes y que, aunque nuestros padres nos controlan, nunca se está seguro de las personas que se introducen en estos círculos. Así que pido al Gobierno que nos ayuden para poder seguir utilizando internet con comodidad. Fdo: Guillermo Rodríguez”. ¿Se puede hablar más claro?
A los niños debemos protegerlos de los corruptores de menores que campan a sus anchas por la Red de redes y por otros muchos ambientes. Porque es una realidad: hay a quien la figura de un niño le inspira sentimientos de protección y hay a quien le ocurre todo lo contrario. Si no, no se explica por qué miles de niños son explotados a diario, soportando con la candidez de sus años vejaciones y abusos por parte de esos adultos en cuyas manos han caído; manos que podrían servirles de apoyo, de protección y de un modelo de conducta adecuado, y que, sin embargo, movidos por una baja moral no dudan ni un segundo en destrozar y traumatizar la infancia de criaturas fácilmente manipulables sólo por el propio egoísmo y por esa búsqueda del placer más allá de toda ética.
Vergüenza y remordimientos, inocencia perdida, infancias robadas… Horroriza pensar que el supuesto acosador pueda camuflarse tras el rostro amable de cualquier desconocido que pasea distraídamente por los parques o por las proximidades de los colegios, pero no nos olvidemos que en un alto porcentaje resulta ser una persona del círculo más cercano a la víctima. Padres, familiares, amigos… el perfil del acosador, cuyo número parece ir en aumento a medida que crecemos en desarrollo y tecnología, puede tener muchas caras. Es más, sin ir más lejos, se calcula que cerca de 30.000 españoles viajan cada año al extranjero en busca de sexo con menores. Y yo les confieso que, al conocer este dato, me dije firmemente para mis adentros: “paren el mundo que me bajo”.
Hace poco tuve ocasión de leer una publicación sobre el tráfico de niños en Haití. Demoledor. El destino de la mayoría de esos infantes robados es la esclavitud: laboral, sexual o ambas a la vez. Al igual que ocurre en todos los países pobres donde impera la miseria y el descontrol. Y siempre sucederá así porque algunos pervertidos (por llamarlos de alguna manera), simplemente, no tienen ni razón de ser.
Mientras no existan procesos de prevención, tanto a nivel familiar como policial, y nos unamos entre todos para denunciar y frenar estas prácticas, todo seguirá igual. Por lo que insisto: siempre, la prevención, es la mejor de las opciones.
Muy bien hallada, rosa. Buena noche.
ResponderEliminarQué decir de tu entrada, pues que así es, que sigue habiendo gente enferma que actúa en la impunidad de su cobarde anonimato. Y que las redes sociales deberían estar más vigiladas.
Cuídate y buena noche de viernes.
Besos cariñosos.
Al final, habrá que legislar sobre internet, porque hay gente que lo usa para bien y otra gente que lo usa para mal.
ResponderEliminarTienes toda la razón en lo que expones.
ResponderEliminarPero legislar no es la solución.
Tendría efecto inverso.
Lo que tienen que haber es mayor orientación por parte de los padres y de las escuelas.
Besotes y lindo domingo
He oído que lo que un niño no aprenda en los cinco primeros años, no lo aprenderá, o al menos será muy difícil, aprenderlo a lo largo de su vida. Y repito que no lo digo yo, lo he oído de palabras de expertos en la materia.
ResponderEliminarDe cualquier forma, los sentimientos son los que hemos de educar, para ello tenemos la voluntad y ahí es donde creo que hay que ejercitarse en la temprana edad, para fortalecerla.
El problema está en confundir sentimientos y vountad y considerar que lo que siento es lo que debo hacer y lo que me hace feliz.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.