Puesto que la edad fértil de una mujer coincide con el periodo de
mayor productividad y exigencia en la carrera profesional, dos de las
multinacionales más importantes del mundo han decidido incluir en la cobertura
médica de sus empleadas la crionización de ovocitos, o sea, la posibilidad de
congelar sus óvulos en el caso de que decidan retrasar su maternidad bajo esa
misma premisa. Y una servidora vuestra, que aboga siempre a favor del buen uso
de la ciencia y el bienestar del ser humano frente a otros intereses, y hasta
puede permitirse el lujo de opinar en temas de reproducción asistida con
conocimiento de causa, se ve obligada a retomar el tema que hace poco abriera
un encendido debate entre partidarios y detractores.
Por muy innovadora y atractiva que pueda parecernos la idea a simple
vista, en realidad se trata de una alternativa que no está exenta de muchos
inconvenientes. Por un lado, y quizás la parte más impactante para muchos, son
los elevados costes que estos tratamientos supondrán para las empresas: unos
8.000 euros por el proceso de estimulación ovárica y posterior congelación de
los ovocitos, más una cuota de 400 euros anuales por mantenimiento. Y por el
otro lado de esta disyuntiva está la oposición de quienes intentamos defender
los derechos de la mujer, apostando por una postura más realista, humana y sensata.
Antiguamente las mujeres que tenían hijos a una avanzada edad ya
solían contar con una prole más o menos numerosa y, lógicamente, no
experimentaban el mismo deseo de ser madres que las que planifican su primer
embarazo a esa misma edad. Pero la situación ha cambiado y las mujeres de hoy
nos enfrentamos a una difícil decisión a la hora de elegir entre maternidad (familia)
y carrera profesional (trabajo) e igualdad. Y aunque contamos con una serie de
permisos y derechos en el caso de decidir embarcarnos en el gran acontecimiento
que supone ser madre, también sabemos que una baja por maternidad suele gustar
muy poco a las empresas. Y a los hechos me remito. Los datos estadísticos
referentes a los nacimientos en los últimos 20 años hablan por sí solos: hay
una importante tendencia general a retrasar la maternidad hasta después de los
30. Por eso voy a tratar algunas cuestiones importantes que las mujeres deberíamos
tener en cuenta antes de posponer un embarazo por el motivo que sea.
En primer lugar, no podemos obviar que la maternidad va unida al ciclo
vital de la mujer y a partir de los 30 años se produce una importante y gradual
reducción de nuestra fertilidad; de manera que, llegado el momento, podemos tardar
en concebir o enfrentarnos a algunos problemas serios de infertilidad… puesto
que, a fin de cuentas, la naturaleza es la que manda y la que siempre se impone
y dispone. Podemos planificar un embarazo, pero la fecundación es un hecho que
simplemente sucede, lejos de deseos, ilusiones y proyectos. Por lo tanto, en
materia de concepción, ‘edad y fertilidad’ forman un binomio de vital
importancia.
Y en segundo lugar, es un hecho que vivimos en una sociedad cada día
más ‘medicalizada’, más ‘artificial’ y con una peligrosa tendencia a postergar
ciertas cosas, pero pocos saben que, a veces, tanto ‘avance’ puede ofrecernos
más que ventajas, desventajas. Ahora, en nombre de uno de los grandes sectores
que parecen regirlo todo, también nos ofrecen alternativas a la concepción
natural, a destiempo y sin una necesidad real. La ciencia y la tecnología sólo son
útiles si se utilizan con conciencia y siempre y cuando no se haga un uso
irracional de ellas, como es el caso de las drogas sintéticas o el uso de la
energía nuclear para fabricar armas, por citar dos claros ejemplos. Por esto
mismo, cada avance (científico, tecnológico o de la índole que sea), suele
acarrear consigo unos pros y unos contras a analizar. Seamos lógicos: cuando se
tiene problemas de fecundidad reales, relacionados con quistes o porque la
mujer vaya a ser sometida a algún tipo de tratamiento de radio o quimioterapia,
o sea, ante el riesgo evidente de perder su capacidad reproductora... los
tratamientos de fertilidad son una solución extraordinaria. Pero recurrir a
ellos es todo un despropósito cuando tales problemas no existen. Y una
barbaridad mayor si el motivo es retrasar la maternidad por motivos laborales.
Y ya que nos lo venden así de fácil que, al menos, nos lean en voz alta la
letra pequeña.
La realidad es que alrededor del 40% de las parejas sometidas a un
tratamiento de fertilidad consigue el embarazo, pero a este feliz resultado hay
que sumarle un camino a veces demasiado largo hasta llegar del sueño a la meta:
aparte del elevado coste económico de los ‘ciclos’ se dan un sinfín de
conflictos psicológicos adicionales a tener en cuenta tales como ansiedad,
presión social, situaciones indeseadas, sentimientos de culpa y, sobre todo,
miedos… a los tiempos de espera, a las pruebas, y los síntomas depresivos que
acompañan a un tratamiento fallido. Todo un impacto emocional sin nombrar los
efectos secundarios a corto o largo plazo que puede ocasionar en la mujer la
medicación suministrada: un buen cóctel de hormonas que puede conducir al
riesgo de que se produzca una hiperestimulación ovárica. Y todo no acaba ahí. En
este caso nos encontramos con otro riesgo: el de embarazo múltiple, además de
los problemas de salud que conlleva como la hipertensión, una excesiva
acumulación de líquido amniótico, abortos, partos prematuros, niños con bajo
peso o inmaduros... Los inconvenientes que a largo plazo ocasiona en los hijos
la avanzada edad de los padres es una cuestión aparte. O sea, problemas que, en
el fondo, los dueños de Apple y Facebook no parecen padecer.
Es lo más machista que te puedes echar en cara. En vez de pagar las bajas maternales, que salen mucho más baratas, nos tratan como objetos.
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