Pronto dejaremos el verano atrás, esos
días que para muchos fueron de relax, sol y playa. Hemos dado paso a septiembre,
estamos de vuelta a la rutina cotidiana, y la mayoría sufre ya el estrés
postvacacional y una excesiva dependencia a las agujas del reloj... Quienes
tuvieron la suerte de viajar, seguro que ya guardaron sus maletas cargadas de
buenos y felices momentos. Quienes no lo hicieron, tal vez esperen, con impaciente
ilusión, a contar con más suerte el próximo verano. Porque pocas cosas en la
vida, como esos ratos de ocio estivales, nos enseñan hasta qué punto todo es fugaz
y transitorio. De la misma manera que, con la llegada del otoño, van remitiendo
esos irresistibles bronceados que tanto nos costó conseguir, así, en el
transcurso de nuestras vidas, tendremos que dar la bienvenida y decir adiós a
muchas cosas… unas buenas, otras no tanto. Sólo una cosa sobrevive a las
vicisitudes, a la rutina, a todo contratiempo… y es el amor. Porque si la vida
vale la pena ser vivida, a pesar de las dificultades, el dolor o el sufrimiento,
es, sin duda, porque tenemos alguien o algo que amar. El amor es la fuerza que
nos mantiene unidos a la existencia. Pero, ¿por qué observamos que el amor se convierte
cada vez en algo más frágil? ¿Por qué es motivo de tantas insatisfacciones y
problemas? Debe de ser así porque el amor no es como nos contaron, y ya veréis
por qué…
¿Quién no fantaseó alguna vez con ese
amor ideal, eterno y romántico, que nos vendían a través del cine y la
literatura? Apuestos príncipes dispuestos a todo por conquistar o defender el
amor de su amada. El amor adolescente con final feliz que justificaba toda
clase de locuras. Y, cómo no, esos amores maduros que sobrevivían al paso del tiempo,
modelo siempre de la más excelsa y perpetua felicidad y afinidad entre
cónyuges… En definitiva, así era el amor. Un sentimiento que nos hacía soñar
despiertos/as con la persona amada, entre verdes praderas inundadas de un
cálido sol. La emoción que nos llevaba a deshojar margaritas con la esperanza
de un positivo desenlace, mientras escuchábamos la insustituible voz de Roberto
Carlos entonando su exitoso ‘amantes a la antigua’… Sólo en algunas excepciones
se ironizaba sobre él: desde el cine a través de series animadas como la
enfermiza obsesión de la gata loca por el ratón Ignacio, o desde la literatura
a través de personajes tan adorables y enigmáticos como Alonso Quijano, pobre
iluso y loco soñador, decidido a matar e incluso a jugarse el tipo por su
idealizada Dulcinea…
A mí misma, que nací en plena movida de
los 80, en el seno de una tradicional familia numerosa de clase media, pródiga
en valores y principios, bajo los aleccionamientos de series como ‘David el
Gnomo’ o ‘Barrio Sésamo’, y bajo influencias literarias como las estupendas
leyendas de Bécquer o las inteligentes oratorias de Tony de Mello, todavía me cuesta
digerir las formas de pensar y actuar de la sociedad de hoy con respecto al
amor. Donde parece que éste sólo se entiende bajo el único objetivo del placer exprés
y bajo la premisa de una estética sexi, atrevida y deseable. ¿No se estará confundiendo
negligentemente el amor con atracción, experimentación o egoísmo, reduciéndolo
así a los rescoldos de la maravilla que en realidad es?
Hoy día el cine nos acerca una imagen
distinta del amor porque tal es la situación sentimental actual. Infidelidades,
maltrato, traiciones… ¿Alguien se ha preguntado por qué todo lo que vemos hoy
son historias de desdicha, fracaso, disgustos y reproches? El amor que ahora se
vive en pareja no es como la imagen que de niños nos acercaron de él. No,
porque ha derivado en lo que lo hemos convertido: relaciones posesivas, sin
perspectivas concretas, algunas tan inmaduras y dependientes que sólo están
abocadas al fracaso. Carecen de la chispa maravillosa que acompaña al verdadero
amor, auténtico y comprometido. El verdadero amor, el que no pide nada a cambio
porque es generoso. El que paciente espera y se hace desear. Ese amor que
convierte a la otra persona en alguien único, especial, insustituible. El que
sí cree en un feliz futuro juntos, pase lo que pase, y que no flirtea con
nadie, ni se anuncia en ninguna página de contactos… porque amar es crear una
realidad conjunta basada en la responsabilidad, el respeto y la visión de
futuro compartidos.
Desde nuestro origen, el amor es una
constante que nos acompaña a lo largo de nuestras vidas. Todo gira en torno al
amor porque no sólo se trata de un sentimiento. Es, por encima de todo, la
fuerza que nos conduce a buscar el bien del otro. No sólo se manifiesta a
través de la pasión. El amor, como el ser humano, a lo largo de nuestras vidas
evoluciona y se va manifestando de otros modos y formas. Y deberíamos vivirlo
con deportividad: porque si todo lo que hacemos, lo hacemos por amor, sea cual
sea el resultado, habremos ganado de antemano. Y para finalizar, como dijo el
gran Facundo Cabral, y uniéndome a su genial deseo: “Yo sigo siendo tan inocente que me sigue alumbrando la bendita
esperanza de que un día los poetas gobernarán el mundo”. Porque el amor no
es como nos contaron, amig@s, es todavía algo más grande, mucho mejor. Lo único
que requiere es sentido común, equilibrio, madurez y constancia. Nada más.
ResponderEliminarMalos tiempos para el Amor Rosa, tenemos a la orden del día mucho amor, amor que llena páginas de revistas de las que antes se llamaban "rosas" pero muy escaso el conocimiento del Amor... ese que permite crecer al que lo siente, que le hace caminar ilusionado , que espera paciente,y se entrega hasta la ultima fibra. Y que decir del Amor por el anciano, El niño, el que lleva a cubrir sus necesidades... Malos tiempos para el Amor Rosa.
Besito volado
Como dijo Antonio Gala: "Esta sociedad nos da facilidades para hacer el amor, pero no para enamorarnos".
ResponderEliminarUn abrazo.
Queridas siempre brujita y Ana:
ResponderEliminarMuy ciertas vuestras frases que no hacen más que apoyar lo que arguyo en el artículo. La sociedad actual, los tiempos que vivimos, no saben de amor porque no valoran que es lo más importante de nuestras vidas. Hay tiempo para el trabajo, hay tiempo para el deporte, hay tiempo para salir... pero no hay tiempo que dedicarle al amor. Se encuentra en lo más bajo de la escala de valores... y así nos va.
En fin, cada uno decide cómo quiere vivir su vida. Yo prefiero seguir siendo como esos amantes a la antigua... Porque para mí el amor es y seguirá siendo lo principal.
Gracias por estar ahí, amigas.
Un fuerte y agradecido abrazo.