Agosto,
cénit del verano donde la siesta y el relax se convierten en nuestros mejores
aliados, hace su entrada triunfal cumpliendo toda expectativa. Las playas del
Pilar acogen a cientos de personas desde hace meses y toda clase de
comerciantes hacen su particular agosto gracias al turismo. Es momento de sol,
protagonista del verano, la más cercana y luminosa de las estrellas, ¿será por
ello que su luz lo relaciona por analogía con la claridad, la verdad, la
abundancia, el bienestar? Al menos yo, durante este mes, lo relacionaré con la fiesta,
la tortilla con arena y los líos en familia. Y puede que, en determinados
momentos, con algún momento de inactividad o excesivo estrés, claro que sí. El
concepto ‘agosto’ es amplio y ya encierra en sí múltiples acepciones.
Como
el oficio de escritor comienza por la imaginación y, en muchas ocasiones, la
utilizamos para evadirnos, para mí este maravilloso mes de calor, arena y mar,
me evoca al Egipto de los faraones. Sí, a ese enigmático lugar, todavía por
descubrir, cargado de magia y de misterio. Una época de grandes artistas y
artesanos. Esa civilización que, pese al paso de los siglos, pese al actual
progreso y avance científico, todavía nos sigue cautivando en muchos aspectos. Una
cultura de tecnología y mano de obra ‘supuestamente primaria’ que se contradice
totalmente con sus grandiosos monumentos, los que muestran avanzados
conocimientos en ingeniería y un dominio magistral de la óptica, la mecánica y
la geometría. Por lo que, quién sabe, si bajo la arena, o desde la cima de las
estrellas, el enigma que envuelve esta civilización del mundo antiguo espere a
que nuevas mentes brillantes descubran sus velados secretos. La forma en la que
entendían la astrología y su relación con ella a la hora de erigir las
pirámides. La inteligencia con la que contaban y que, según muchos egiptólogos
de hoy, muy probablemente, fuera de origen extraterrestre…
Desde
principios del Siglo XX el interés cultural por el concepto de muerte de los
egipcios y su complejo ritual de embalsamamiento, entre otras cosas, trajo
consigo la fiebre de búsqueda de nuevos yacimientos arqueológicos convirtiendo
a Egipto en destino turístico de las altas clases sociales por excelencia. El
hombre de nuestros días, en su afán aventurero y espíritu conquistador, desatendió
los deseos de eternidad de sus inermes moradores profanando tumbas,
despojándolas de sus momias, sin darle relevancia alguna al sentido final de
toda esa ceremonia. La momificación, un ritual insólito y elaborado cuya
duración normal era de unos 70 días, aunque en algunos casos podía prolongarse
más tiempo, y en el que los egipcios invertían toda su fortuna, talento y
habilidad, no tenía otra finalidad que la del descanso eterno.
La
mayor obsesión de los antiguos egipcios se centraba en el tema de las
creencias, ya que la civilización egipcia se caracterizaba por un sinnúmero de
complejas creencias religiosas y supersticiones. Y por el empeño por preservar
la vida, a la que valoraban en gran medida pese a las extremas condiciones
climáticas en las que vivían y la calidad de vida de entonces… Ambas cosas
intrínsecamente relacionadas. Y todo ello porque creían ciegamente que el
espíritu necesitaba del cuerpo tras la muerte para visitar el mundo terrenal;
aunque, con toda seguridad, jamás hubieran imaginado que, más allá de los
saqueadores de tumbas, la mayor amenaza a la que se enfrentarían con el paso
del tiempo era la del hombre del futuro. Y que se llegara a exhibir sus cuerpos
desde vitrinas de cristal ya se trata de un hecho inconcebible para la
mentalidad de entonces… y, si nos paramos a pensar, también para la de hoy.
Mi
buen amigo y periodista Emilio Tomás me ha preguntado en diferentes ocasiones
por qué siempre me he decantado por escribir novela histórica. Está claro que se
trata de un asunto de interés, de pasión por la historia, y también influye
tener cierto espíritu de observación. Me llaman poderosamente la atención los
paralelismos que tienen lugar entre diferentes épocas.
Si
analizamos la evolución del hombre entre una época y otra, podemos llegar a la
conclusión de que hemos evolucionado en muchos aspectos materiales, pero deberíamos
preguntarnos si esta evolución, si tanto progreso, nos ha hecho mejores. Tal
vez, sin darnos cuenta, nos hayamos sumergido en la ‘era de las máquinas’. Una
era donde la comunicación se lleva a cabo a través de excelentes tecnicismos
modernos que casi reemplazan el contacto humano… Ahí queda mi humilde
reflexión.
Amigos, que disfrutéis de ese sol al
que los egipcios divinizaron bajo la advocación de Ra y hoy continúa siendo
adorado por turistas y amantes de la playa aunque sea bajo la premisa de la estética
y la moda. Que el misterio y la magia que despiertan aún el Egipto faraónico
nos lleve a valorar, más allá de los monumentos de piedra, el saber. Sí, la
capacidad eterna del ser humano por no cejar ante la curiosidad del
conocimiento y la luz del espíritu en pro de una humanidad más humanizada.
¡Feliz verano!
Ah, el Egipto milenario tan evocador y tan misterioso. Cómo no soñar con sus bosques de papiros convertidos en rollos soportes de cultura, sus jeroglíficos, sus fastuosas construcciones.
ResponderEliminarMe haces reflexionar, amiga mía, sobre lo que yo percibiría sin ver si viajara a ese Egipto milenario. Me gustaría tocar la piedra de las pirámides, surcar el Nilo cerca de sus aguas, imaginar con Cleopatra y su "vulva" (jejejeje), Alejandría y su faro.
Ya sé, poco queda ahora en pie de todo aquel misterio de riquezas y saber, incluso es mejor visitar Londres para contemplar esas momias y esa Piedra de Rosetta que puso a la luz su escritura.
Curiosidades de nuestro tiempo. Sí, quién les iba a decir a ellos que el objeto de sus sagrados embalsamamientos acabaría en vitrinas de una lejana ciudad del Norte.
Ah, la Historia y la exploración, qué grandes pasiones mías. Imaginar, evocar, fantasear, aprender. Tal vez, míseros vanos intentos de paliar mi ceguera.
Feliz verano, querida amiga, que ese sol alicantino te sea pródigo cómplice de misterios y promesa de eterna felicidad.
Con cariño de historiador y literato presunto.
Genial artículo, como todo lo que tú escribes.
Besos de biblioteca.
Alberto, tu siempre tan amable, enriquecedor e indulgente conmigo en tus apreciaciones. Sí, el Antiguo Egipto es cultura, conocimiento, enigma... una bicoca para arqueólogos e historiadores. Con imaginación e ilusión podrían escribirse mil historias y todas serían nuevas, insólitas... ¿Te atreves? Cleopatra, su 'alma' y las mil y una noches... El misterio de las pirámides... Jeroglíficos sobre la piedra desnuda... Jejeje.
ResponderEliminarSin tu generoso sello este artículo nunca hubiera llegado a ser del todo completo. Con tu valioso comentario ya recibe un inmenso pago.
Gracias, como siempre, buen amigo, por estar ahí, entregado y cercano.
Pero...¡que bien escribís todos!, como os expresáis, y que enriquecedor vocabulario tenéis; Al margen de Egipto y sus pirámides e historias fantásticas, os deseo de todo corazón, que descanséis cuerpo, mente y neuronas, para volver con mas fuerza a deleitarnos con vuestra exquisita forma de narrar, y vivir y contarnos experiencias maravillosas. QUE LA BUENA TEMPERATURA OS ACOMPAÑE ESTE VERANO.
ResponderEliminarQuerido Fran:
ResponderEliminarSe dice que la verdadera virtud está en la capacidad de ver las cualidades del otro, y tú siempre sabes ver lo mejor de cada persona. Ya sabes que yo a ti también te admiro, más allá de las aficiones, porque eres ejemplo de lucha y superación. Siempre, pese a las vicisitudes, te he visto dando gracias a Dios y a la vida. ¡¡Menuda lección!! El mundo está a salvo con personas como tú, que valoran lo verdaderamente importante. Sigue así por muchos años. Y por supuesto: ¡feliz verano para ti y los tuyos!
Feliz verano también tanto para Fran como para Rosa. Sí, la superación tiene aún sentido.
ResponderEliminarBesos.