Diciembre… una
época temida por unos y esperada con ilusión por otros. Pero, ¿qué es, en
realidad, la Navidad para despertar tantos sentimientos enfrentados? Todo
depende del sentido que cada uno decidamos darle. Mientras unos celebran nacimientos,
tradiciones, preparan fiestas, regalos y emocionantes encuentros en familia… otros
invierten esos significados de felicidad y solaz transformándolos en añoranza
por las ausencias y evocación nostálgica de tiempos pasados. Si deseamos vivir en
plenitud cada momento, es necesario tomar conciencia de nuestra postura ante la
vida, pues es, en realidad, lo que la determina. Todo es una cuestión de
actitud.
El año pasado, por
estas fechas, escribí sobre el sentido consumista que esta sociedad le ha dado a
la que debería ser la festividad menos consumista del mundo. ¿Qué es la Navidad,
entonces? ¿Qué simboliza, en realidad: una excusa para ser ‘solidarios’? ¿Una época
de excesivo consumo? ¿Un período de melancolía? ¿O se trata de una oportunidad más
de renovar lazos perdidos con ciertos familiares o amigos, aprovechar el tiempo
libre y revivir ilusiones? ¡Cuántas personas con las que nos cruzamos a diario
suspiran con desgana por la llegada de diciembre! Pero quizás no sepan lo
felices que podrían llegar a ser... si verdaderamente así se lo propusieran.
El ser humano, a
consecuencia del miedo, los apegos y las carencias, pierde la oportunidad que
la vida misma y el libre albedrío le brindan de ser dueño, responsable y conductor
de su propia vida. Cuando nos dejamos llevar por sensaciones negativas perdemos
el control de nosotros mismos adoptando con facilidad ese rol de víctima con el
que tanto disfruta el ego. Porque lo realmente meritorio es tener valor y
superarse. Y nuestro ego lo sabe, pero no deja de ser ego. Lo fácil para él es
dejarse llevar y derrumbarse. ¿Quién dirige nuestra vida, entonces? Ser felices
es una opción exclusivamente nuestra, independientemente de las circunstancias,
la época del año o la realidad que nos rodee.
Cuando tomamos conciencia
de que ‘creamos y atraemos’ aquello en lo que ‘creemos’… surge el milagro. Por
eso es tan importante vivir en el presente y dejar atrás ese inútil empeño de
rememorar tiempos pasados o predecir tiempos futuros, con la ansiedad que esto
provoca. Presente y más presente. Es más acertado vivir el presente,
agradeciendo lo que tenemos, lo que sí ‘es’, dejando pasar la frustrante
necesidad de anhelar lo que no tenemos, o lo que podría ‘ser’ y no ‘es’. La
vida es aquello que va aconteciendo, el error está en idealizarla.
¿Sufrimos
especialmente, en estas fechas, por los seres queridos que no están? Si los
seres queridos que marcharon, en realidad son queridos, estarán presentes en
cualquier época del año. Mi reflexión pretende ir más allá y está centrada en
dar a entender que hay que aceptar y agradecer lo que sí ‘es’, liberándonos de
la ansiedad del ideal. O dicho de otra manera, si no somos felices con lo que
tenemos, difícilmente lo seremos con lo que nos falta. Ésa es la cuestión. No
se trata de olvidar. Aceptar y agradecer la realidad contra lamentarse y
renegar de ella.
Si pusiéramos a
cero el cuentakilómetros de nuestra existencia y aprendiéramos desde hoy que el
desapego y la independencia es la clave de nuestra felicidad presente y futura,
veríamos las cosas desde otra perspectiva. El apego y la dependencia a las
cosas y a las personas terminan haciendo de nosotros unos nostálgicos
empedernidos. Siempre nos faltará algo o alguien. Y así sucesivamente, un año
tras otro… y cuantas más carencias y ausencias, mayor sufrimiento. Y más
visitas al psicólogo y más antidepresivos líderes en ventas. ¡No! Debemos
asumir que hay cosas y situaciones que nunca podremos cambiar. Hay que aprender
a aceptarlas, fluir y dejar el pasado en el pasado. El futuro no existe, por lo
tanto, no hay riesgo en él, no hay que volar tan alto. Sólo presente y más
presente… Y sólo de esta manera aprendemos a dejar ir a aquellas cosas que tan
infelices nos hacen. Desaprender a aferrarnos tanto a lo que no existe.
Desaprender a quejarnos si llueve, de la lluvia, y, si hace sol, del sol. Aprender
a adaptarnos a las circunstancias, empezar a confiar, tener fe… porque todo se
pasa y pasa por algo.
Al tomar conciencia
y las riendas de nuestra vida, nos damos cuenta de que nada ni nadie es eterno
ni imprescindible... Es bueno aprender a perder, para cuando llegue el momento.
Y así, al olvidarnos de los apegos, al liberarnos del miedo, al volvernos independientes,
volvemos a ser las almas libres que en realidad somos. Hemos nacido para el
amor y la felicidad, no para perder el tiempo. Por eso, cuando tenemos el
control, nada ni nadie puede influir en nuestra felicidad individual. Bueno,
sí, pero solamente para aumentarla.
Pese a toda
circunstancia, la vida sigue y hay que vivirla con calidad. Aprendamos a
desaprender aquellas cosas, usos y costumbres que no nos hacen felices. Me
aplico el cuento desde ya deseando que en estas fiestas vuestro mayor problema
sea no saber qué poneros. Os aconsejo que, pase lo que pase, ante cualquier
duda, os ‘pongáis felices’. Pues, como os decía, la felicidad es una actitud y
nuestro principal propósito de vida. ¡Felices Fiestas y Feliz Año Nuevo!