Aceptando el reto de mi querido amigo Alberto Gil (para más info. sobre el mismo, clicar en el nombre), espero que la humilde
descripción que voy a dejar a continuación sobre mi obra elegida, “El regreso
del hijo pródigo” de Rembrandt, esté a la altura de su reto y expectativas.
Espero con
ilusión recibir mi premio: un relato inspirado en el cuadro escrito por Alberto,
del que ojalá sea merecedora.
Por muchos
años de amistad, Alberto, figura querida, y por muchos retos a superar a tu
lado. Va por ti.
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO: UNA HISTORIA DE AMOR Y PERDÓN
“El regreso
del hijo pródigo” es, según se dice, la última obra del genial artista holandés
Rembrandt, el maestro del claroscuro y uno de los más importantes pintores del
barroco. Este cuadro, realizado en el año 1669, está repleto de simbolismos a
través de los cuales el autor pretende mostrar el poder y la ternura de Dios.
Las
dimensiones del lienzo son 262 cms de alto x 205 de ancho. Aunque son medidas
de una pintura destinada a una iglesia, fue adquirido por la Zarina Catalina la
Grande e instalado en la residencia de los Zares en san Petersburgo (Rusia) en
lo que hoy es el Museo Hermitage.
-Un cuadro con ‘historia’:
“El regreso del hijo pródigo” se inspira en la
parábola del hijo pródigo contenida en la Biblia. Es la historia de dos hijos y
su padre. El menor, después de pedir a su padre la parte de la herencia que le
correspondía, se marcha lejos de casa a vivir un estilo de vida libertina y disoluta.
Una vez que ha dilapidado todo el dinero, regresa con la intención de que su
padre lo vuelva a admitir aunque sea como criado, ya que no es merecedor de
otro trato. Sin embargo, la alegría del padre es tan inmensa que le monta una
gran fiesta para celebrar su regreso. El hermano mayor se ofende por la feliz
acogida brindada a su indecoroso hermano. Su comportamiento siempre había sido
ejemplar y nunca habían celebrado una fiesta en su honor. El padre le hace
reflexionar sobre la importancia del arrepentimiento, el perdón y la caridad.
-Ambientación de la escena:
La escena está representada en la puerta de una casa.
Una enredadera, o parra, abraza el muro de piedra adornando la entrada. Se deja
entrever su recorrido desde la derecha del muro hacia el margen superior de la
puerta. El suelo de la calle dibuja una
especie de alfombra bajo los personajes.
-Personajes:
En la escena aparecen seis personajes, cuatro
masculinos y dos femeninos.
La escena principal, la figura del padre acogiendo al desdichado
hijo menor, no queda centrada en el cuadro, sino a la izquierda. Tras ellos se
encuentra la puerta de entrada a la casa. Pese a ello, son los que captan toda
la atención. Una luz dorada los ilumina e inunda el rostro del padre, que dirige la mirada hacia abajo resaltando
la emotividad de la escena, aunque el núcleo de la misma reside en el gesto
sencillo de sus manos. Visiblemente son estos personajes los que concentran la
máxima luminosidad del cuadro. Padre e hijo menor, aunque no ocupen el centro
de la composición, sí se convierten en el grupo humano más importante del
mismo.
Ante el padre y de espaldas, el hijo menor aparece
arrodillado, con la cabeza recostada sobre el regazo de su misericordioso
padre, en actitud sumisa y arrepentida. Destacan los ropajes de ambos personajes: el padre
viste ampulosamente y el hijo viene ataviado con harapos. Es más, los pies del
joven reflejan la desdicha y la miseria vividas en los últimos tiempos: el pie
izquierdo, descalzo, muestra una cicatriz, al mismo tiempo la sandalia del pie derecho
está rota. La ropa es vieja y el personaje ha sido representado con la cabeza
rapada.
El padre aparece inclinado levemente sobre el hijo
menor, con gesto sereno y los ojos ligeramente cerrados en actitud de perdón y
misericordia, con las manos delicadamente apoyadas sobre los hombros del hijo.
Va vestido con un enorme manto rojo echado sobre los hombros, el cual contrasta
con la vestimenta del hijo mayor, quien los observa con atención. Por debajo
del manto se entrevén las mangas de una túnica color ocre con reflejos de un
dorado verdoso que contrasta con los vestidos harapientos del joven hijo.
A la derecha del cuadro, el hermano mayor observa la
escena de perfil, con gesto serio y circunspecto. La tristeza asoma a su
mirada, me atrevería a decir, en contraposición a la severa reacción de cólera
e indignación que el relato bíblico recoge sobre este personaje. Es más, sus
manos, que sujetan una vara de madera que se apoya en el suelo, están recogidas
en una actitud que se debate entre la espera, la expectación y la prudencia, y
contrastan con las del padre, quien las mantiene extendidas sobre el hijo menor.
A pesar de que su vestimenta queda relevada a un segundo plano, ya que la
técnica de Rembrandt sobre el juego de luces ha pretendido que sólo destaque su
rostro y la posición de las manos, se deja entrever que, al igual que el padre,
viste caros y vistosos ropajes, evidencias de una posición acomodada.
Rembrandt consiguió plasmar, con verdadera maestría,
muchas emociones.
Por otro lado, está el gesto de expectación de los
tres personajes restantes que observan la escena desde un segundo plano. Van vestidos
con ricos ropajes típicos de la época, aunque apenas se dejen entrever gracias
al juego de luces y sombras que utilizó Rembrandt para dotarles de un menor
protagonismo en la historia del cuadro. Testigos mudos del regreso, observan la
situación desde la penumbra gracias a la técnica utilizada por el autor. Y si
bien sus rostros pueden reflejar sorpresa, curiosidad o desconcierto, ninguno
de ellos transmite al espectador ni un atisbo de resistencia, resentimiento u hostilidad
hacia el recién llegado. Rembrandt consiguió plasmar el espíritu evangélico de
la parábola bíblica en todos los personajes de la obra con admirable maestría.
La figura de medio cuerpo de una mujer, asomada desde
el lado derecho de la puerta, y que observa la escena de cerca con gesto de
curiosidad, centra la escena y contrasta con la lejana figura de otra mujer que,
con un velo blanco echado sobre la cabeza e iluminada tan sólo desde medio cuerpo
hacia arriba, observa la escena desde el interior de la casa. Esta segunda
mujer es el personaje que más alejado de la escena aparece, por lo tanto, su
rostro se entrevé ensombrecido y difuso. Como la puerta está ubicada a la
izquierda del cuadro, aparece cerca del margen superior izquierdo del cuadro.
Bajo la mujer que se asoma por el margen derecho de la puerta, sentado
ante el muro de la casa, asoma un hombre de mediana edad, y aspecto impecable,
completando la obra. Se encuentra estratégicamente sentado a la izquierda del
hijo mayor. Con mirada fija y penetrante, observa la escena principal con total
atención. Lleva un amplio y oscuro sombrero, bigote fino y alargado, y parece golpearse
el pecho con el brazo derecho, gesto que hace pensar, junto a la riqueza de sus
vestidos, que posiblemente se trate de un administrador. Apoya la mano
izquierda sobre la pierna derecha, a la altura del tobillo, aprovechando que la
tiene cruzada sobre la izquierda en un expectante gesto que se debate entre la
inquietud y el reposo.
Para finalizar, cabe destacar que no menos significativas son la
expresividad de la luz, la gama cromática utilizada, la técnica y la sencillez
compositiva, la que hacen de este cuadro una auténtica obra maestra del
barroco.