Si necesariamente tuviera que catalogar a la humanidad, la dividiría según
su capacidad de amar, porque esta cualidad se convierte, en definitiva, en el
resultado de sus actos. O, dicho de otra forma, lo haría según su nivel de
conciencia. Pero como quien ama no juzga, y nadie tiene derecho a clasificar a
nadie (ni es ése nuestro objetivo), mejor huir de las catalogaciones que dividen
y, por tanto, nos empobrecen, y ponernos desde ya a recorrer el camino que verdaderamente
queremos. El camino, la senda, el atajo que sea… cada cual escoge el suyo; lo
importante, el resultado, depende de nuestra actitud. Caminando con plena
conciencia, amor, buena voluntad y honorabilidad, todos los caminos son buenos
y necesariamente nos tienen que conducir al mismo destino.
Es la hora de salir del miedo, del dolor… simplemente porque es lo
contrario a lo que queremos. Es tiempo de dejar atrás la confusión y el
sufrimiento. Es hora de vivir únicamente el presente y dejar de negarnos a
nosotros mismos que hemos venido para la felicidad, el amor y la alegría. Es
hora de dejar atrás lo que no sirve y mirar hacia adelante con energía y
optimismo. Es hora de olvidarnos de los prejuicios, de los juicios inútiles que
nos esclavizan. De los actos repetitivos inconscientes, normalmente
transmitidos por las falsas creencias o tradiciones, y que dejan de tener
cabida en el mundo de hoy porque la gente ahora ve y piensa por sí misma.
Porque ver y pensar por uno/a mismo/a es lo propio y también se trata de una
liberación interna. Cuando dejas de hacer lo que te desagrada, evitando en la
medida de lo posible lo que pueda suponer un perjuicio para alguien, sabes que
vas por buen camino porque eso te hace un poquito más feliz.
Una vez leí en un libro sobre un sistema de sanación tradicional
Japonés la siguiente enseñanza: “Los individuos nos dividimos en cuatro
categorías: el que no sabe y no sabe que no sabe… ése es simplemente un necio,
evítelo; el que no sabe y sabe que no sabe… ése es solamente un simple,
enséñele; el que sabe y no sabe que sabe… ése es un durmiente, despiértelo; y
el que sabe y sabe que sabe… ése es claramente un sabio, sígalo.” Y yo añado al
respecto que tan importante como el conocimiento en una persona, son su humildad
y su actitud ante la vida; pues si el verdadero sabio no conjuga sabiduría con
humildad y amor, muy probablemente caerá en la suficiencia. Porque puedes ser
un erudito en cierta materia, o en el conjunto de todas las ciencias que
conforman la vida, pero si no tienes humildad y, por consiguiente, amor para
nadie, si no haces las cosas con una elevada conciencia, de nada servirá lo que
sabes, de nada servirá lo que haces. Toda tu vida, todo el esfuerzo, habrá sido
en vano. Y tras la muerte, otra vez, vuelta a empezar…
Pero volviendo al amor, esa energía creadora que todavía muchos
relacionan con las religiones, la espiritualidad o el misticismo,
encasillándolo como algo obsoleto: el amor es todo. También es ciencia porque
la ciencia tiene conciencia. Fíjate si es importante que hasta en el sector de
la medicina, que tanta psicología requiere, hay que tratar el alma. ¿Cómo se
trata el alma si no con amor? El ser humano se compone de tres estructuras: cuerpo,
mente y espíritu, por eso mismo un buen médico es aquel que trata a sus
pacientes teniendo en cuenta todo este conjunto, su totalidad. Por lo tanto, si
el espíritu de sacrificio (la vocación) y el amor no van intrínsecamente unidos
a cualquier oficio que desempeñemos, todos los esfuerzos por triunfar serán en
vano. No se puede llegar a la plenitud si te falta lo principal.
Y si dentro de ese juego al que llaman ‘vida’ no te das cuenta que la
dualidad no existe, que todo es parte de una misma cosa, acabarás deprimido. La
vida y la muerte son sólo dos conceptos que van unidos de la mano. En cualquier
momento la muerte llega, pero el simple hecho de morir no significa que la
muerte haya ganado la batalla. No significa que esa enfermedad, indisposición o
dolencia, haya vencido. Ni tampoco podemos llamar a nadie ‘desahuciado’ porque
en el momento que no tenemos amor, desahuciados estamos todos. Pues la mayor
epidemia que puede sufrir la humanidad es el desamor. Por lo tanto, la muerte y
la vida, la vida y la muerte… forman parte del ciclo de la vida misma y no
deberían de suponer ni un éxito ni un fracaso para nadie.
Ama tus células, y tu cuerpo sanará. Ama tu profesión y serás el
mejor, te dediques a lo que te dediques. Ama la vida, a la humanidad entera, y
serás feliz, porque ésta es la asignatura pendiente que tenemos todos. Pero ama
sin condiciones. No con el concepto de amor del desdichado y su ego que trata
sólo de captar la atención de todos para sí. No con el concepto de amor egoísta
del que no respeta la libertad del otro ni comprende que la felicidad
individual empieza por amarse uno mismo primero sin llegar a ser egocéntrico ni
narcisista. No con el amor que se basa en los intereses y termina por no
interesarle nada porque el aspecto material no llena los huecos vacíos del
corazón. Si se pretende llegar a algo serio, hay que amar en serio. Ya conozco
a muchos que son desdichados por no saber colocar con tiento la pieza sagrada
en el puzzle de su vida. No hay tiempo que perder. Todo momento es aquí y todo
tiempo es ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario