Si se trata de dar visibilidad a un colectivo invisible, discriminado muchas veces por el estigma de los prejuicios o la falta de información, he de decir que Joker ha sido una película de mi agrado. Pero si ahondamos en el drama, la siniestralidad y el caos resultante de ignorar las señales, la falta de atención y recursos sobre todo en enfermos con una patología mental severa, tendría que decir que no tanto... es dura, difícil de digerir para el público sensibilizado con el tema de las patologías mentales. Sobre todo al final, cuando el mundo entero enloquece y te haces consciente de que tanto sufrimiento podría haberse evitado.
Pero
prevenir es curar y en eso sí soy partícipe de este
tipo de películas. Joker, con su excelente crítica, no es la única que nos trae
a colación el tema de los trastornos mentales. En “Una mente maravillosa” vimos
a un brillante Russell Crowe consiguiendo tener una vida casi normal, a pesar
de su esquizofrenia, gracias al amor y la aceptación personal y social de su
entorno; y en “El secreto de los Marrowbone”, un traumatizado George MacKay también
consigue una vida feliz pese al trastorno que le ha provocado el maltrato de un
padre en exceso cruel, gracias al amor y la atención de otra persona.
Paciencia, la información debida, el tratamiento adecuado, la vigilancia del
entorno… y mucho, mucho amor, serían las claves para una convivencia lo más normalizada
posible.
La pregunta tras ver Joker sería: ¿quién
en esta sociedad tan materialista es, en realidad, el ‘enfermo’: quien padece
algún tipo de trastorno diagnosticado y es consciente de sus limitaciones o
quienes se desentienden o ignoran esta dramática realidad? Tanto quien lo
padece, como quien mira hacia otro lado, (familia, instituciones sociales…)
pueden ser considerados ‘enfermos’ que precisan de médico: unos por
medicamentos y otros por necesidad de moral.
Por desgracia, pese a mis esfuerzos por
crear y proyectar lo contrario, soy consciente que en pleno Siglo XI la 'locura' está servida cada día en los
telediarios de medio mundo: homicidios
en todos los grados, racismo, xenofobia, abusos, maltrato físico y psicológico, odios
del pasado que resucitan mediante ideologías fuera de onda... ¿todo ello provocado por patologías mentales? No, la mayoría de las veces es fruto de la hipocresía, el egoísmo, la avaricia, el orgullo… que no se
consideran patologías pero también son enfermedades de la mente humana. Son el
cáncer que nos endeuda y nos ata todavía más a nuevas existencias cargadas de
pruebas y sufrimientos. Algo más peligroso que las patologías mentales
diagnosticadas y más presentes en nuestras vidas de lo que creemos.
Mi reflexión final es que una sociedad mejor
es posible. Una sociedad menos violenta, más amable. Requiere civismo, ética, unión... y el compromiso, la voluntad y el esfuerzo de
todos. Y no, no estoy hablando de política. Todo empieza en ti y en mí. En uno
mismo.
©Rosa Sánchez
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