Mi buen amigo Alberto, del blog TIFLOHOMERO (http://tiflohomero.blogspot.com/) ha tenido la gentileza de compartir con los amigos de este blog su última creación titulada "El último parado". Deseo que os guste tanto como a mí. Saludos.
-Pase, pase. Siéntese
-El siguiente. ¿A quién atiendo?
Otro anónimo ciudadano más se dirige a la ventanilla correspondiente, otro parado más. ¿Será el postrero? Al menos, para Claudia, sí. El último que atenderá ese día, que ya toca echar el cierre a su ventanilla de la Oficina Estatal de empleo (OEE) e irse a cuidar a su niña, y a lidiar con su cotidianeidad.Es uno de tantos, otro más. Nada parece distinguirlo de los del resto de la mañana, y de los de ayer, y de los de anteayer.
-¿Su nombre?
-Dios.
-¿Cómo ha dicho? Déjese de tomaduras de pelo e indíqueme sus datos para poder darle de alta en el sistema.
-No, si precisamente lo que ha pasado es que me han dado de baja. Ya ni en los colegios podré contemplar cómo los niños y niñas recitan la lección, ni servir de motivo al disfrute de la gente, ya no quedan fiestas de guardar ni días que reluzcan más que el sol, ni siquiera ya creo que me van a llevar en... Aunque, uy, señorita, veo que usted sí porta mi símbolo en su cuello _hermosa cadenita, ¿es de oro, verdad?_.
-No. Oiga, que la cruz la llevo teniendo que aguantar a chalados y bromistas varios. Lo que me faltaba hoy por oír.
-No es una broma, tenga fe, créame.
-Pero, pero... Ya sé lo de las últimas leyes, pero... es que no salgo de mi asombro. ¿Y qué hago yo ahora?
-Pues nada, ¿qué va a hacer? Seguir los protocolos humanos, a ellos que tanto les gusta protocolizar.
-¿Pero cómo relleno yo los datos que me pide la ficha. Que no puede ser.
-Que sí, que es muy fácil. Verá: titulación académica, no reglada; experiencia, constructor; últimos empleos realizados, arreglachapuzas; disponibilidad, plena. ¿Necesita algo más? Ah, sí: color de la piel, azul celeste; dirección de contacto, sin techo; ¿un teléfono?, 101 000 000, lo cogerá Pedro, que le digan que me pase, si no le han despedido a él también.
El anónimo personaje, bueno más que anónimo atípico, sonríe a la señorita Claudia. La mira y ella siente cosquillas por dentro. No sabe bien por qué ni a santo de qué, el caso es que tiene ganas de reírse a carcajadas. Y también de pasarle el caso al genio de su jefe, él tan progre, tan moderno. A ver cómo se las apañaba ahora. Dirán lo que quieran pero para ella Dios no está ni mucho menos parado, sigue estando la mar de activo. Y si no que se lo digan a su corazón y a todos esos milagros que, cada día, contempla a su alrededor. Porque, digan lo que digan, son eso: milagros.