viernes, 28 de octubre de 2011

LOS GESTOS DE LA VIDA

El domingo pasado fui a una residencia de ancianos acompañada por mi hija de ocho años. En un gran patio interior, sola y risueña, se encontraba Clara Isabel, una anciana con la que ya habíamos tenido el gusto de conversar en anteriores visitas, sentada frente a un gato. Enseguida, y tal como esperaba, observé que miraba a mi hija con auténtica ternura, con esa mirada amorosa que ya nos era familiar y una expresión de felicidad como he visto pocas veces. Sin poder evitarlo, comenzó a llamarla en ese lenguaje silencioso y tierno que los niños bien conocen. Por eso, como siempre, mi hija me miró para decirme, también sin palabras, que se iba a su lado.
Esta señora, años atrás, fue profesora. Y por la dulzura de su voz, por su trato cariñoso y la delicadeza de sus gestos, observo que acertó en su decisión. Su pasión por los niños unida a su gran vocación para la enseñanza me hace suponer que ha tenido que tener una vida feliz, plena y realizada, pasara lo que le pasara. Aunque hoy viva con la nostalgia y eche de menos la ternura que inspira la fragilidad de un niño, la inocencia que evocan, esa sinceridad exenta de malicia con la que responden o se explican…
Me acerqué y oí su voz, dulce y embelesadora. Ella nunca nos recuerda, pero nos da igual. Da igual que siempre nos haga las mismas preguntas. Da igual que, a veces, mientras habla observemos cómo pierde el hilo de la conversación. No importa porque su actitud de amor maternal siempre nos envuelve como un arrullo que a los más mayores nos transporta a nuestra más tierna infancia. A esos años donde todo era perfecto y todos tus problemas se centraban en averiguar quién te robó el trozo de plastilina o la goma nueva.
–Qué lástima que una cosa tan pequeña –me dijo, de repente, refiriéndose a mi hija–, tan bonita, tan…. –se quedó sin palabras mientras la miraba y, dejando asomar un atisbo de tristeza en sus ojos, paseó su dulce mirada entre ambas y concluyó–: ¡Quién sabe lo que tendrán que pasar estas criaturas que ahora son así… tan frágiles!
–¡Qué razón tiene usted! –respondí observando a aquel pequeño cuerpecito, a aquel rostro diminuto, mientras pensaba en que algún día sería grande y tendría que enfrentarse a los múltiples sinsabores que la vida cotidiana nos depara.

En varias ocasiones he escuchado comentarios en contra de que vayamos acompañados por niños a las residencias de ancianos bajo pretextos tan desacertados como decir, sin más, que “no es lugar para niños”. Me entristece escuchar esto, la verdad. Aunque sean mayores y la mayoría sean muy dependientes, siguen sintiendo y necesitan relacionarse y recibir cariño más que nunca. No olvidemos que, aunque estén bien asistidos, se encuentran apartados de la familia y de todo por cuanto han luchado…
Puede que, en el fondo, lo que se esconde tras esas excusas no sea más que miedo. Miedo a la tristeza y a la soledad que nos evoca la vejez. Miedo a los achaques que ésta conlleva. Miedo a, algún día, tener que depender de otros. Miedo a muchas cosas que no debemos transmitir a los niños. Envejecer y morir es tan natural como ser concebidos y nacer. Es un proceso más del ciclo de la vida. No creo que haya más virus en una residencia de ancianos que en un colegio cualquiera, o, por ejemplo, en un autobús; ni creo que la vejez sea una enfermedad o algo de lo que avergonzarnos. Por lo tanto, mi hija y yo no dejaremos de ir. Nunca me he dejado llevar por comentarios o impresiones ajenas. Y deseo que mi hija siempre opte por hacer lo que su conciencia y su corazón le dicten.

domingo, 9 de octubre de 2011

COMO SI FUERA EL ÚLTIMO...

Esta es la parte que más me ha impactado del famoso discurso que el multimillonario Steve Jobs pronunció en la universidad de Stanford.
Hoy, a escasos días de su muerte, sus palabras viajan del baúl de los recuerdos a nuestras pantallas para recordarnos que nadie valora más la vida como aquel que es consciente que va a morir.
Steve dio buena cuenta de ello, por entonces, gracias a un cáncer. Y cualquiera de nosotros, que nos creemos que por estar sanos somos invulnerables, deberíamos “vivir más conscientemente”, viviendo, como decía Jobs, cada día “como si fuera el último”. De esta forma, cuando llegue el momento, estaremos preparados para “dar paso a lo nuevo”.


“Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón”. Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.
Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante.
Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón. Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un escaneo a las 7:30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía qué era el páncreas. Los médicos me dijeron que era prácticamente seguro un tipo de cáncer incurable y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir: prepárate a morir.
Significa intentar decirles a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea tan fácil como sea posible para tu familia. Significa decir adiós. Viví todo un día con ese diagnóstico. Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando vio las células al microscopio el médico comenzó a llorar porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía.
Me operaron, y ahora estoy bien. Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora les puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual: Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo.
Ahora mismo lo nuevo son ustedes, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, ustedes se irán convirtiendo en lo viejo, y van a ser apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto. El tiempo de ustedes es limitado, así que no lo gasten viviendo la vida de otro. No se dejen atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejen que el ruido de las opiniones de los demás ahogue la voz interior propia. Y lo más importante, tengan el coraje de seguir a su corazón y su intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.

domingo, 2 de octubre de 2011

LA VIDA ES UNA ACTITUD


La VIDA es una actitud,
la manera con la que decidimos
vivirla y afrontarla.

Si te acostumbras a censurar
terminarás por censurarlo todo,
convirtiéndote en el ogro
que nunca deseaste ser.

Si acostumbras a sonreír
tomándote la vida en serio
pero viviéndola como una broma,
te convertirás en la persona
con quien desea estar todo el mundo.

Si te acostumbras a agradecer
todo cuanto te acontece,
y no fijas todos tus esfuerzos
en metas inalcanzables,
si afrontas contradicciones
y te muestras dispuesto
a perdonar siempre
hasta la más grande ofensa…
Serás feliz porque sí,
pase lo que te pase.

La vida es una actitud
y la actitud es la diferencia
entre una persona y otra.
En la actitud está el secreto
de tener un feliz tránsito
o vivir amargamente
la oportunidad que es la vida.

Y tú, que lees estas líneas
con gesto meditabundo:
¿Ves que perdonar no es perder
sino la manera de a un conflicto
darle una buena salida?
¿Habías pensado alguna vez
en tu actitud ante la vida?



Rosa Sánchez