lunes, 30 de noviembre de 2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

SIEMPRE LLEGA LA DUDA...


Hubo un joven sacerdote que retornó a la comunidad en que nació. En lugar del vecindario que conoció de niño, la comunidad era ahora predominantemente homosexual. Estaba confuso: por un lado, él tenía que servir a la gente. Por el otro, su religión prohibía la homosexualidad y la condenaba como un mal grave. Parecía que cualquier cosa que hiciera, sería un hipócrita.
Eventualmente, decidió aceptar a todo aquel que veniese a él, pero seguir manteniendo las doctrinas de su religión. Vio la misericordia como su deber más importante, y así fue capaz de ayudar a otros sin violar verdaderamente sus preceptos.
Cuando hay contradicciones entre las creencias, uno debe resolver a favor de lo que uno juzga que sea el principio más importante. No deberíamos vender baratos nuestros ideales en favor de la conveniencia o el egoísmo. El seguir una tradición espiritual en particular implica una obligación total a sus reglas para adquirir la esencia de esa tradición. Pero no podemos permitirnos ser dogmáticos. La ley humana es imperfecta: siempre habrá circunstancias sin precedentes. Por lo tanto, debemos ir más allá de las reglas y funcionar en cambio desde la pura sabiduría. Debemos actuar con experiencia, flexibilidad y perspicacia. Asimilemos así la integridad - experimentando tanto sus triunfos como sus derrotas- que hacemos lo correcto intuitivamente.
La tradición está primero. La misericordia es más grande que la tradición. La sabiduría es más grande que la misericordia.

jueves, 26 de noviembre de 2009

SOMOS UNO


“¿Quién soy?.. ¿Quién eres?..
Creo que nadie lo sabe, sin embargo lo sabemos:
Yo soy tú y tú eres yo”

lunes, 23 de noviembre de 2009

NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS CULTOS...

“No harás por ti ninguna imagen ni figura esculpida. No las adorarás ni rendirás culto”… -se dijo.

Entre las gentes más humildes de Cusco (Perú) hace ya algunas décadas se puso de moda el culto a imágenes tan extravagantes, siniestras e insólitas como el denominado “niño compadrito” del que, cabe señalar, no conocen ni el origen. Unos creen que la calavera a la que decenas de adeptos piden igual un bien que un mal, es la de un mono, mientras otros aseguran que se trata de la cabeza de un niño reducida por los jíbaros. El caso es que no permiten que se le realicen ninguna clase de análisis creciendo así la incertidumbre entre ambos mandos: los creyentes y los incrédulos.


Por otro lado, en México una secta rinde culto a la “Santa Muerte” llegando hasta el punto de instalar altares por sus calles de la misma guisa que aparece en la fotografía; imagen que pondría los pelos de punta a la misma muerte si se encontrara con una representación de ella misma tan grotesca.
Justifican el culto a esta “entidad espiritual”, como sus adeptos suelen denominarla, porque, según dicen, ha existido desde siempre… qué pena que el mundo ande tergiversando e interpretando las cosas de forma tan confusa y desacertada.

Un entrañable amigo me confió la historia que pasaré a llamar “El santo de madera de olivo infructuoso”; un hecho real vivido por un amigo suyo. Espero que os ayude a abrir los ojos a la realidad, a separar la paja del trigo, a ver con claridad que a Dios sólo hay que adorarlo en espíritu y en verdad, con el pensamiento, sin formas ni nombre, y con todo el corazón.

EL SANTO DE MADERA DE OLIVO INFRUCTUOSO

“Había un hombre que tenía un olivo desde hacía muchos años, el cual nunca le dio fruto. No sabiendo qué hacer con él, un día decidió cortarlo para que aprovecharan el tronco para hacer un “santo”. Después de hacerlo, lo vistieron y lo colocaron en una pequeña ermita.
Pasado un tiempo, el dueño del olivo pasó por allí y vio a una mujer arrodillada ante la imagen. Al parecer rezaba pidiendo un milagro.
El hombre al ver la escena se sintió intranquilo y le dijo a la mujer:
-Por mucho que pida, señora, nunca recibirá nada.
La mujer contestó:
-¿Y por qué no?
A lo que el hombre aclaró:
-Porque el santo está hecho con el tronco de un olivo que nunca dio fruto. Por eso le digo, si a mí nunca me dio fruto siendo olivo: ¿cómo quiere que le haga a usted un milagro?”

lunes, 16 de noviembre de 2009

20 DE NOVIEMBRE DÍA UNIVERSAL DE LA INFANCIA


El día 20 de Noviembre ha quedado institucionalizado como Día Internacional de los Derechos del Niño o Día Universal de la Infancia, un día para celebrar en el que no podemos olvidarnos de los miles de niños que todavía hoy malviven víctimas de la explotación laboral, en condiciones de pobreza extrema y a quienes se les niega toda clase de derechos; aunque, por desgracia, se trata de una historia archiconocida por cientos de españoles que crecieron en similares circunstancias hace algunas décadas. La mayoría de nuestros mayores todavía rememoran y dan testimonio de aquella infancia, tan lejana como presente, cargada de responsabilidades y marcada por la escasez y la necesidad. Una época donde los hermanos mayores cuidaban de los pequeños, se empleaba a los niños en todo tipo de tareas en una sociedad donde la palabra progreso no existía, el acceso a la cultura era un privilegio de unos pocos, y donde el hambre y las enfermedades hacían mella, sobre todo, entre el público infantil.
Y así es, aquellos episodios de miseria se siguen dando hoy en aquellas partes del mundo menos industrializadas, donde los avances médicos y tecnológicos sencillamente no llegan, y donde una mayoría de población malvive bajo el umbral de la pobreza. Y como siempre, los principales afectados son los que menos culpa tienen, porque la pureza de un niño no entiende de avaricia ni de intereses de ningún tipo. Y, sin embargo, ya nacen heredando el infortunio de sus progenitores.
Seguro que a muchos de nosotros, preocupados observadores de nuestro tiempo, hasta nos parece mentira que se haya tenido que dedicar un día para que no olvidemos que un niño no es solamente un ser frágil que necesita que se le proteja, sino también una persona que tiene el derecho a ser educada, cuidada y protegida dondequiera que haya nacido. Y no está de más añadir que también se trata de un ser humano que tiene derecho a divertirse, derecho a ir a la escuela, derecho a recibir cuidados médicos, derecho a expresarse y a alimentarse para garantizar su desarrollo en todos los aspectos.
Tampoco debemos pasar por alto que para un niño que disfruta de todos sus derechos, y que posee todo lo necesario a nivel material, es tan importante como esencial que se sienta querido y respetado en su entorno social. Porque a todo ser humano se le ha de procurar aquellas cosas que van más allá de lo material. Naturalmente me estoy refiriendo al plano afectivo: atención, amor, dedicación, reconocimiento… condiciones fundamentales para un desarrollo infantil completo y satisfactorio.
Recibo con gran ilusión la noticia de que el I.E.S Thiar, por tercer año consecutivo, vuelve a ser ejemplo de solidaridad, invitando a los miembros de la comunidad escolar (profesoras/es, alumnas/os y padres y madres de los mismos) a tomar parte activa en la carrera “Kilómetros de Solidaridad”. Esta iniciativa de la ONG Save The Children, donde cada corredor aporta la cantidad donada por su patrocinador, además de fomentar la afición y la estima por el deporte entre los jóvenes, y educar en valores, consigue que vean su participación recompensada al dedicar su esfuerzo y su aportación económica a una buena causa.
Con esta actividad la intención de Save The Children es cumplir con el 4º Objetivo de Desarrollo del Milenio y ayudar a reducir la mortalidad infantil en menores de 5 años en aquellos lugares donde la urgencia es mayor. Según las estadísticas, casi 9 millones de niños perderán la vida antes de cumplir los cinco años en 2009, el 90% por causas prevenibles y baratas de curar como la neumonía, la diarrea, el sarampión o la malaria. Cada uno de ellos tiene, en primer lugar, el derecho a sobrevivir. Sin embargo no todos los niños nacen con las mismas oportunidades. La meta del “Kilómetro Solidario” es simple: conseguir acabar con las muertes de niños por enfermedades curables. Y en términos escolares: un diez para todo aquel que crea que si el desarrollo avanza no debe hacerlo para unos pocos, sino para el bien de toda la humanidad.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA RAZÓN ES LA VERDAD

Parece que una de las cosas más satisfactorias para muchas personas es verse reconocidos por quienes les rodean. Pero, cuidado, no a todo al que se le da la razón la tiene, ocurre también que algunas veces se da sin más, por desinterés, o por terminar definitivamente con una discusión.
No tenerla es molesto, que la quiten altera… pero sólo a aquellas personas que necesitan ver su argumento respaldado por segundas opiniones. La razón es la verdad y verdad sólo hay una. Nada de que “yo defiendo mi verdad”, ni argumentos por el estilo. Por eso, quien la tiene no necesita apoyos externos; la razón se sustenta por sí misma.

A continuación, al hilo de la reflexión, comparto con vosotros un simpático cuento que oí en voz de una excelente amiga que, por su madurez, humildad y coherencia, siempre tiene razón.

“Llega el día de un esperado juicio. El juez, después de escuchar atentamente los argumentos que expone el demandador, se limita a asentir favorablemente diciendo:
-¡Tiene razón!
Acto seguido, el demandador toma asiento y comparece el demandado ante el juez, Nervioso, comienza a exponer su argumento.
El juez, después de escuchar atentamente al demandado, vuelve a limitarse a asentir diciendo:
-¡Tiene razón!
Y los letrados, perplejos ante la situación mientras observan la amplia sonrisa de sus correspondientes clientes, intercambian puntos de vista. Finalmente, uno de ellos toma la iniciativa, se acerca al juez y le dice en voz baja:
-Perdone, Señoría. Lo he comentado con mi compañero y no hemos terminado de comprender porque Su Señoría... ¡le ha dado la razón a los dos!
El juez, después de escuchar atentamente al letrado, se limita a asentir diciendo:
-¡Tiene razón!”

viernes, 6 de noviembre de 2009

EL GUERRERO QUE SABÍA DEMASIADO

Según una vieja leyenda, un famoso guerrero fue de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presentó a éste contándole todos los títulos y aprendizajes que había obtenido en años de sacrificados y largos estudios.
Después de tan sesuda presentación le explica que había ido a verlo para que le enseñara los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limitó a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vertió té en la taza del guerrero y continúo vertiendo té aún después de que la taza estuviera llena.
Consternado, el guerrero le advirtió al maestro que la taza ya estaba llena y que el té se escurría por la mesa.
El maestro le respondió con tranquilidad:
-Exactamente señor. Si usted ya viene con la taza llena: ¿cómo podría aprender algo?
Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:
-A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada.

martes, 3 de noviembre de 2009

LA ANCIANA Y LA AGUJA


Quería compartir con vosotros este precioso cuento que ha llegado hasta mí como un propósito más de ayudar al ser humano en su despertar espiritual. Que lo disfrutéis.

Una anciana buscaba con visible preocupación un objeto por el angosto empedrado de una concurrida callejuela. Enseguida, un atento muchacho, percibiendo el apuro en el que se encontraba la mujer, se dirigió a ella diciendo:
–¿Qué busca, señora? Tal vez yo pueda ayudarle.
La mujer alzó el rostro sorprendida y contestó:
–Busco una aguja que se me ha perdido hace un momento, si es tan amable, le agradecería el gesto enormemente.
–Por supuesto –contestó el joven, pensando en la sencilla aguja–. Será un placer.
Y de esta forma se puso a buscar junto a la anciana la aguja perdida.
Pero pasaba el tiempo y no encontraban nada, al menos no lo que buscaban con tanto ahínco. Muchos viandantes que pasaban por allí se incorporaron a la búsqueda, llegando a la desesperación y desistiendo al poco tiempo.
El primer joven que se había acercado a ayudar a la mujer anciana, confuso por la infructuosa búsqueda, tuvo una idea: le preguntaría a la mujer dónde la había perdido y se pondría a buscar en aquel lugar. La mujer le respondió:
–La perdí en casa pero he salido a la calle a buscarla porque aquí hay más luz.
El muchacho quedó atónito, casi avergonzado por la respuesta.
–¡Pero, señora! –le replicó algo indignado–: ¿No cree que lo acertado sería buscarla en su casa pese a que en la calle haya más luz?
La mujer sonrió levemente mientras una mirada de compasión asomaba a sus ojos.
–¿Parece absurdo, verdad? Pero, descuide joven, porque no lo es. Yo también llevo años sufriendo por muchos de ustedes…–explicó la anciana–. El problema de muchas personas es buscar fuera lo que tienen dentro, pues el miedo no les deja ver bien en su propio interior.