lunes, 23 de noviembre de 2009

NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS CULTOS...

“No harás por ti ninguna imagen ni figura esculpida. No las adorarás ni rendirás culto”… -se dijo.

Entre las gentes más humildes de Cusco (Perú) hace ya algunas décadas se puso de moda el culto a imágenes tan extravagantes, siniestras e insólitas como el denominado “niño compadrito” del que, cabe señalar, no conocen ni el origen. Unos creen que la calavera a la que decenas de adeptos piden igual un bien que un mal, es la de un mono, mientras otros aseguran que se trata de la cabeza de un niño reducida por los jíbaros. El caso es que no permiten que se le realicen ninguna clase de análisis creciendo así la incertidumbre entre ambos mandos: los creyentes y los incrédulos.


Por otro lado, en México una secta rinde culto a la “Santa Muerte” llegando hasta el punto de instalar altares por sus calles de la misma guisa que aparece en la fotografía; imagen que pondría los pelos de punta a la misma muerte si se encontrara con una representación de ella misma tan grotesca.
Justifican el culto a esta “entidad espiritual”, como sus adeptos suelen denominarla, porque, según dicen, ha existido desde siempre… qué pena que el mundo ande tergiversando e interpretando las cosas de forma tan confusa y desacertada.

Un entrañable amigo me confió la historia que pasaré a llamar “El santo de madera de olivo infructuoso”; un hecho real vivido por un amigo suyo. Espero que os ayude a abrir los ojos a la realidad, a separar la paja del trigo, a ver con claridad que a Dios sólo hay que adorarlo en espíritu y en verdad, con el pensamiento, sin formas ni nombre, y con todo el corazón.

EL SANTO DE MADERA DE OLIVO INFRUCTUOSO

“Había un hombre que tenía un olivo desde hacía muchos años, el cual nunca le dio fruto. No sabiendo qué hacer con él, un día decidió cortarlo para que aprovecharan el tronco para hacer un “santo”. Después de hacerlo, lo vistieron y lo colocaron en una pequeña ermita.
Pasado un tiempo, el dueño del olivo pasó por allí y vio a una mujer arrodillada ante la imagen. Al parecer rezaba pidiendo un milagro.
El hombre al ver la escena se sintió intranquilo y le dijo a la mujer:
-Por mucho que pida, señora, nunca recibirá nada.
La mujer contestó:
-¿Y por qué no?
A lo que el hombre aclaró:
-Porque el santo está hecho con el tronco de un olivo que nunca dio fruto. Por eso le digo, si a mí nunca me dio fruto siendo olivo: ¿cómo quiere que le haga a usted un milagro?”

1 comentario:

  1. Bueno, ¿quién sabe? Igual como olivo no servía para nada y como santo sí. Hay que darle una oportunidad a la gente (a los olivos en este caso), igual encuentra su vocación y cambia la cosa.

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