viernes, 22 de septiembre de 2017

CARTA ABIERTA A MI HIJA ADOLESCENTE


Querida hija:
Léeme bien. Sin tiempo y sin prisas te escribo. No te precipites y sácale el alma a estas líneas que no son de tinta ni sangre... Es mi espíritu.

Sigo... (que ya te imagino bostezando)

Papá y yo, una pareja nada convencional, siempre te desearemos lo mejor… Tan diferentes como complementarios pero unidos como una sola alma. Ya sabes, lo que importa es el interior… lo demás es vanidad. Es mi opinión, eh, no una verdad absoluta...

Siempre estuviste en mi pensamiento. Hasta que cogiste forma sin volcar en ti intereses personales ni ningún Proyecto Sentido

No proyectamos en ti nuestras carencias, frustraciones ni expectativas vanas… no te visualizamos, no te idealizamos. Te aceptábamos como fuera, tal cual eres… perfecta. 

No te trajimos al mundo para asegurarnos la vejez, para que seas quién no eres ni con el propósito de que aminores nuestra futura e inminente soledad. Nuestro fin es tu felicidad… no un amor condicionado que hipoteque tu vida… 

Quizás algún día tengas que partir… a estudiar o a trabajar. No vamos a echarnos a llorar (bueno, a lo mejor sí) intentando dar pena… Papá y mamá emigraron para ganarse la vida… como tantos en nuestra familia. Y gracias a eso hemos prosperado… y aquí seguimos.

Valora la amistad pues ésta siempre está por encima de creencias e ideologías… Sé una persona de bien. La mejor versión de ti. Sé auténtica, humilde y sencilla… 

Recuerda que hemos venido a la Tierra para crecer moralmente y aprender de la experiencia. Ten la sabiduría de no juzgar. Y el humor suficiente para tener una vida más plena… aunque algunos no te entiendan… (Yo sé lo que me digo)

Y termino ya, que sé que si me extiendo mucho... me dejas en visto…

Con todo el amor del mundo mundial,



Mamá... (y Papá también, que lo ha leído y le parece bien)