domingo, 28 de septiembre de 2014

DESCRIBIENDO A REMBRANDT: "EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO"


 
 Aceptando el reto de mi querido amigo Alberto Gil (para más info. sobre el mismo, clicar en el nombre), espero que la humilde descripción que voy a dejar a continuación sobre mi obra elegida, “El regreso del hijo pródigo” de Rembrandt, esté a la altura de su reto y expectativas.

Espero con ilusión recibir mi premio: un relato inspirado en el cuadro escrito por Alberto, del que ojalá sea merecedora.

Por muchos años de amistad, Alberto, figura querida, y por muchos retos a superar a tu lado. Va por ti.


 
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO: UNA HISTORIA DE AMOR Y PERDÓN
 

“El regreso del hijo pródigo” es, según se dice, la última obra del genial artista holandés Rembrandt, el maestro del claroscuro y uno de los más importantes pintores del barroco. Este cuadro, realizado en el año 1669, está repleto de simbolismos a través de los cuales el autor pretende mostrar el poder y la ternura de Dios.
 

Las dimensiones del lienzo son 262 cms de alto x 205 de ancho. Aunque son medidas de una pintura destinada a una iglesia, fue adquirido por la Zarina Catalina la Grande e instalado en la residencia de los Zares en san Petersburgo (Rusia) en lo que hoy es el Museo Hermitage.


-Un cuadro con ‘historia’:


“El regreso del hijo pródigo” se inspira en la parábola del hijo pródigo contenida en la Biblia. Es la historia de dos hijos y su padre. El menor, después de pedir a su padre la parte de la herencia que le correspondía, se marcha lejos de casa a vivir un estilo de vida libertina y disoluta. Una vez que ha dilapidado todo el dinero, regresa con la intención de que su padre lo vuelva a admitir aunque sea como criado, ya que no es merecedor de otro trato. Sin embargo, la alegría del padre es tan inmensa que le monta una gran fiesta para celebrar su regreso. El hermano mayor se ofende por la feliz acogida brindada a su indecoroso hermano. Su comportamiento siempre había sido ejemplar y nunca habían celebrado una fiesta en su honor. El padre le hace reflexionar sobre la importancia del arrepentimiento, el perdón y la caridad.
 
 
-Ambientación de la escena:

 
La escena está representada en la puerta de una casa. Una enredadera, o parra, abraza el muro de piedra adornando la entrada. Se deja entrever su recorrido desde la derecha del muro hacia el margen superior de la puerta. El suelo de la calle dibuja una  especie de alfombra bajo los personajes.

 
-Personajes:

 
En la escena aparecen seis personajes, cuatro masculinos y dos femeninos.

 
La escena principal, la figura del padre acogiendo al desdichado hijo menor, no queda centrada en el cuadro, sino a la izquierda. Tras ellos se encuentra la puerta de entrada a la casa. Pese a ello, son los que captan toda la atención. Una luz dorada los ilumina e inunda el rostro del padre, que dirige la mirada hacia abajo resaltando la emotividad de la escena, aunque el núcleo de la misma reside en el gesto sencillo de sus manos. Visiblemente son estos personajes los que concentran la máxima luminosidad del cuadro. Padre e hijo menor, aunque no ocupen el centro de la composición, sí se convierten en el grupo humano más importante del mismo.


Ante el padre y de espaldas, el hijo menor aparece arrodillado, con la cabeza recostada sobre el regazo de su misericordioso padre, en actitud sumisa y arrepentida. Destacan los ropajes de ambos personajes: el padre viste ampulosamente y el hijo viene ataviado con harapos. Es más, los pies del joven reflejan la desdicha y la miseria vividas en los últimos tiempos: el pie izquierdo, descalzo, muestra una cicatriz, al mismo tiempo la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada.

 
El padre aparece inclinado levemente sobre el hijo menor, con gesto sereno y los ojos ligeramente cerrados en actitud de perdón y misericordia, con las manos delicadamente apoyadas sobre los hombros del hijo. Va vestido con un enorme manto rojo echado sobre los hombros, el cual contrasta con la vestimenta del hijo mayor, quien los observa con atención. Por debajo del manto se entrevén las mangas de una túnica color ocre con reflejos de un dorado verdoso que contrasta con los vestidos harapientos del joven hijo.


A la derecha del cuadro, el hermano mayor observa la escena de perfil, con gesto serio y circunspecto. La tristeza asoma a su mirada, me atrevería a decir, en contraposición a la severa reacción de cólera e indignación que el relato bíblico recoge sobre este personaje. Es más, sus manos, que sujetan una vara de madera que se apoya en el suelo, están recogidas en una actitud que se debate entre la espera, la expectación y la prudencia, y contrastan con las del padre, quien las mantiene extendidas sobre el hijo menor. A pesar de que su vestimenta queda relevada a un segundo plano, ya que la técnica de Rembrandt sobre el juego de luces ha pretendido que sólo destaque su rostro y la posición de las manos, se deja entrever que, al igual que el padre, viste caros y vistosos ropajes, evidencias de una posición acomodada.


Rembrandt consiguió plasmar, con verdadera maestría, muchas emociones.
 

Por otro lado, está el gesto de expectación de los tres personajes restantes que observan la escena desde un segundo plano. Van vestidos con ricos ropajes típicos de la época, aunque apenas se dejen entrever gracias al juego de luces y sombras que utilizó Rembrandt para dotarles de un menor protagonismo en la historia del cuadro. Testigos mudos del regreso, observan la situación desde la penumbra gracias a la técnica utilizada por el autor. Y si bien sus rostros pueden reflejar sorpresa, curiosidad o desconcierto, ninguno de ellos transmite al espectador ni un atisbo de resistencia, resentimiento u hostilidad hacia el recién llegado. Rembrandt consiguió plasmar el espíritu evangélico de la parábola bíblica en todos los personajes de la obra con admirable maestría.


La figura de medio cuerpo de una mujer, asomada desde el lado derecho de la puerta, y que observa la escena de cerca con gesto de curiosidad, centra la escena y contrasta con la lejana figura de otra mujer que, con un velo blanco echado sobre la cabeza e iluminada tan sólo desde medio cuerpo hacia arriba, observa la escena desde el interior de la casa. Esta segunda mujer es el personaje que más alejado de la escena aparece, por lo tanto, su rostro se entrevé ensombrecido y difuso. Como la puerta está ubicada a la izquierda del cuadro, aparece cerca del margen superior izquierdo del cuadro.


Bajo la mujer que se asoma por el margen derecho de la puerta, sentado ante el muro de la casa, asoma un hombre de mediana edad, y aspecto impecable, completando la obra. Se encuentra estratégicamente sentado a la izquierda del hijo mayor. Con mirada fija y penetrante, observa la escena principal con total atención. Lleva un amplio y oscuro sombrero, bigote fino y alargado, y parece golpearse el pecho con el brazo derecho, gesto que hace pensar, junto a la riqueza de sus vestidos, que posiblemente se trate de un administrador. Apoya la mano izquierda sobre la pierna derecha, a la altura del tobillo, aprovechando que la tiene cruzada sobre la izquierda en un expectante gesto que se debate entre la inquietud y el reposo.


Para finalizar, cabe destacar que no menos significativas son la expresividad de la luz, la gama cromática utilizada, la técnica y la sencillez compositiva, la que hacen de este cuadro una auténtica obra maestra del barroco.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

PUEDES Y MERECE LA PENA




Cuando dices que no puedes, tal vez no te hayas detenido a pensar que tú eres capaz de cualquier cosa. Fíjate bien. Cada vez que echaste la vista atrás, hacia el pasado, necesariamente tuviste que darte cuenta que la historia de la humanidad encierra en sí misma un poderoso mensaje de gloria, superación y grandeza. Si pueblos como el egipcio, por citar una de las civilizaciones primitivas más fascinantes, sin apenas contar con las herramientas necesarias para ello y seguramente ataviados con lo más básico, consiguieron levantar monumentos que son, según especialistas en la materia, imposibles de erigir sin la tecnología con la que hoy contamos… tú eres capaz de conseguir lo que te propongas.

No renuncies a un proyecto, grande o pequeño, ni por miedo ni por nada. No te prives a ti mismo de la oportunidad de conseguirlo. Tal vez necesites tiempo o paciencia. Pero recuerda que si está en tu mente, puedes convertirlo en realidad. La mayoría de personas que abandonan una idea, un proyecto, un objetivo o un sueño, normalmente, lo hacen influenciados por la impaciencia y el pesimismo. O tal vez por un mal consejo, como diría Mark Twain, de ‘gente pequeña que trata de empequeñecer tus ambiciones’. Recuerda siempre que sin constancia y esfuerzo no habría nada: ni cine, ni literatura, ni avances tecnológicos y médicos… no habría progreso. Por lo tanto, si tienes el talento para llevarlo a cabo, y el coraje de trabajar sin descanso hasta conseguirlo, será tuyo.

Cuando dices que no puedes, debes saber que la vida es amable con quien lucha y persevera. Nadie está hablando de que sea cómodo o fácil. Nadie está hablando de éxitos inmediatos. Sólo te digo que si trabajas con disciplina, dedicación y método, es imposible que se te resista algo. Si pones toda tu ilusión y entusiasmo en un proyecto, es imposible que no te vaya bien. Porque cuando dices no puedo, puedes siete veces más. Sólo se trata de ser constante y no perder la confianza en uno mismo.

Cuando dices que no puedes, estás enviando una orden muy poderosa a tu cerebro, el que la procesará como si se tratase de ordenador, recordándotelo, más tarde, y cada vez que lo intentes… como bien dijo mi adorado Cabral. Porque cuando dices ‘no’ a aquello que tanto anhelas, no estás teniendo en cuenta el gran potencial que se encierra en tu interior para conseguirlo. Recuerda que todo llega y nunca el tiempo es perdido.

Te he hablado otras veces de él, por eso estoy segura de que lo recuerdas. Mi amigo Alberto Gil, licenciado en Historia, es técnico de biblioteca en la ONCE y un excelente escritor y rapsoda. No es admirable su capacidad para conseguir cuanto desee porque sea ciego total. No es paradigma de superación ni arquetipo y modelo de constancia y tesón por eso. Su ceguera no le concede ningún privilegio, sino todo lo contrario. Es su espíritu de lucha quien le da alas para volar alto. Para viajar constantemente, escribir libros, hacer presentaciones y estar siempre a la última en todo gracias a los avances tecnológicos de los que se preocupa en estar al día.

Alberto me ayuda, me apoya y aconseja constantemente. Su filosofía y sus ganas de vivir y superarse son contagiosas, y esa misma energía y entusiasmo me sirven de impulso y acicate para conseguir también mis objetivos. Es más, me envía interesantes noticias sobre personas que, pese a sus diferentes discapacidades, destacan en aquello que más les gusta superando toda clase de obstáculos, físicos o administrativos. Por sensibilizar, por conciencia, por esa tendencia suya por transmitir valores y compartir aquellas cosas que verdaderamente importan. Sin tratar de esconder el hecho de que, a veces, estas personas (tal vez con mayor frecuencia de la que podamos pensar), también se topan de bruces con el fantasma del desánimo y la frustración. Claro que sí. Pero precisamente eso debe de ser lo que les lleva a seguir al pie de sus luchas diarias. Sin tiempo para lamentaciones. Huyendo de la lástima y la autocompasión... Un aplauso para ellos.

En pago por el cariño y la entrega incondicional que recibo por parte de Alberto y de tantas otras personas que me acompañáis y me dais vida, sólo puedo decirte, querido lector, que tú sí puedes y merece la pena. Que no cejes nunca en tu empeño. Que cuando unas puertas se cierran, otras se abren y lo importante es seguir ante ellas. Como el protagonista de una reciente noticia, por citar un caso, Clinton Sumner, un ciclista ultrafondista de 33 años que se ha propuesto recaudar fondos para una niña gallega que sufre un retraso generalizado del desarrollo debido a una ‘ataxia cerebelosa no filiada’. Este audaz deportista no correrá la vuelta a España, hará algo de mayor valor, recorrerá 1.000 kms de asfalto, sin asistencia externa, sólo por solidaridad. Más de 70 horas pedaleando sin parar por una buena causa y porque nunca se dijo ‘no’ a sí mismo.

‘El principito’ de Antoine de Saint-Exupéry nos enseña: “Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó, renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó’. Así que ya sabes, cuando dices que no puedes, puedes siete veces más. Tú puedes. Tú vales. Y sé de buena tinta que vas a conseguirlo.


Horadada Información

Septiembre de 2014