martes, 5 de marzo de 2013

LAS GRANDES PLAGAS DE NUESTROS TIEMPOS

Cuando de pequeña leía alguna reseña sobre las diez plagas de Egipto, tal y como se recogen en el Antiguo Testamento, mi mente infantil, siempre tan indagadora, tan empecinada en esclarecer aquellos interrogantes a veces algo difíciles de responder por parte de los sufridos mayores, ya descartaba que fueran castigos procedentes de un Dios vengativo, cruel y exterminador. Pues tal era la imagen que me acercaban aquellos pasajes apocalípticos, reflejo de la mentalidad de una época inhóspita y lejana, remota. A los años comprendí que la Biblia no es un tratado de Historia, aunque recoja algunos hechos históricos; por lo tanto, es inadecuado considerarla como tal.
Hoy en día, que vivimos en una sociedad de mentalidad más abierta, podemos observar grandes paralelismos entre aquellas plagas, presuntamente provocadas por la “ira de Dios”, y las catástrofes naturales que por entonces acontecían en aquel país. Resulta obvio que los fenómenos ordinarios de aquella época eran conocidos por los egipcios y no hubieran causado tan honda impresión, ni en el faraón ni en su corte, como para plasmarlos para la posteridad. Por eso entonces todo lo que se escapaba a la normalidad era considerado como castigo divino. Misterio resuelto.
Con esta introducción, lejos de desear entrar en interminables disquisiciones teológicas, no pretendo ir más allá que forzar un simple símil entre el estupor y el desconcierto que debieron causar las famosas plagas, y la degeneración en la que ha derivado nuestra sociedad actual, tan pródiga en desarrollo, tan a la vanguardia en algunos sectores, como débil en cuanto a ética se refiere.
Porque a día de hoy todo el mundo habla de crisis. Continuamente nos bombardean con noticias sobre crisis económicas, financieras, políticas, ecológicas, de valores… Pero el ser humano parece olvidar o desconocer que la historia de la humanidad, durante milenios de evolución, ha estado siempre sembrada de retos, dificultades e incertidumbres. Muestra de ello son las famosas plagas de las que hablaba. Por lo tanto, quien piense que la crisis se trata de un fenómeno exclusivamente moderno, se equivoca; aunque el término en sí, sí lo sea.
En los últimos tiempos, en nuestra sociedad actual, los escándalos de todo tipo no han dejado de sucederse en forma de verdaderas plagas, como los tristemente famosos delitos de pederastia fuera y dentro del mismo seno de la Iglesia, a propósito de nombrar el Antiguo Testamento. Hechos imperdonables todos, desde cualquier perspectiva, pero con grandes agravantes en según qué casos, puesto que no es lo mismo ser un desvergonzado anónimo que mediante argucias contacta y engaña a niños desde internet, que un reconocido y respetable pastor con episodios reincidentes de pederastia. Y lo más exasperante del caso es descubrir que estos casos se cuentan por miles y han tenido lugar durante muchos años afectando a niños y niñas inocentes por todo el mundo. Ahí es nada. Sin olvidarnos del escándalo del robo y contrabando de bebés, tema que relego para otro artículo.
Por otro lado, aunque sería injusto generalizar y afirmar que toda la clase política en España es corrupta, sí podemos sostener que gran parte de aquellos que dicen representarnos y velar por nuestros intereses, no han hecho mucho más que llenarse los bolsillos y salir corriendo. O quedarse ahí, en su despacho, cruzando los dedos para que la espada de la justicia no les señale con su frío acero. Dirigentes del gobierno, ayuntamientos, ONGs y otras instituciones, con o sin ánimo de lucro, da igual, han llevado a cabo los desfalcos más sonados de la historia en una sociedad donde el fantasma de la corrupción, el favoritismo o el cohecho parece haberlo infestado todo hasta el punto de no dejar títere con cabeza.
Y en otros sectores, como en el mundo del deporte, sonada ha sido la caída de algunos astros por subirse al ilícito carro del dopaje, hecho bastante decepcionante además para aquellos amantes del deporte que sí practican un juego limpio con auténtica constancia, honradez y deportividad.
Imposible enumerar en este artículo todas las plagas que han corrompido y corrompen a esta sociedad. En nada quedan las de Egipto comparándolas con las de nuestros días. Que un sinnúmero de ranitas, mosquitos o tábanos acamparan por doquier y a sus anchas por nuestras casas y calles lo cambiaba más de uno con tal de terminar con tantos y tantos otros fantasmas…
Sin embargo, pese a todo pronóstico, sigo creyendo en el poder de la conciencia en acción. Está sucediendo y a los hechos me remito: todo lo que estaba oculto y embrutecido está saliendo a la luz pública. Una cosa detrás de otra. Muestra de que el despertar de conciencias está en activo desde hace tiempo. Señal de la lucha que el Bien está librando en pro de un mundo ideal, más amable, mejor. Hasta su completa victoria.