martes, 28 de abril de 2015

Alberto Gil visita tierras murcianas: crónica de un viaje interior

Presentación de "Mis pequeñas odiseas: viajando con otros ojos" en San Javier

Es tiempo de entusiasmo e ilusión. Tiempo de encuentros y complicidad. Hora de disfrutar de esos pequeños sueños realizados y de plantar la semilla de proyectos futuros. Tiempo de amistad y de magia literaria... Alberto Gil ha vuelto a estar entre nosotros con su segundo libro y nuevos proyectos en la maleta. Estaba escrito y tenía que ser así. Lo encuentro emocionado. Viene cansado pero feliz. Bueno, algo cansado y un poco más serio de lo habitual. Menos irónico que de costumbre. Es normal. Esa es la parte que nadie ve. Sabe Alberto lo que se espera de él. No decae, no ceja en su empeño de llevar por el mundo su mensaje de lucha y superación, de esperanza y de conocimiento, de magia, búsqueda y realidad… pero es humano y entiendo que a veces es duro seguir en la brecha.

Una de las ganadoras del II Concurso de Microrrelatos Eroski,
organizado por Taller de Prensa y Comunicación

Su vida transcurre entre el trabajo, un taller de Braille, un club de lectura, su afición literaria, proyectos personales y el gimnasio. Vive a agenda completa. Pero vivir tratando de rendir al máximo, poniendo siempre el listón allá por las nubes… agota y mucho. Por eso lo observo y me preocupo. Sé que conmigo, aunque evite inquietarme, se sincera. Y yo le escucho, le comprendo. El aprecio y el respeto que me profesa siempre están presentes y por encima de todo. Sí, Alberto es humano y también decae. Pero decaer no significa derrumbarse, forma parte del aprendizaje. Y ésa es nuestra principal misión en la vida.


Entrega del tercer premio cortesía de Eroski San Javier

Hablamos tranquilamente y dejamos que las cosas fluyan... valorando, en primer lugar, el descanso, la tranquilidad y el instante. Y entonces él, fortalecido por la fuerza motriz del compañerismo y la amistad, no flaquea. Se levanta y consigue estar a la altura de las expectativas. En apenas tres días lleva a cabo dos presentaciones de su segundo libro “Mis pequeñas odiseas: viajando con otros ojos”, y comparece ante 300 alumnos del Colegio Fontes de Torre Pacheco de la mano de los magistrales Emilio Tomás y Nuria del Monte, periodistas de Taller de Prensa y Comunicación. Una vez más lo consigue, constancia de su poder personal, altruismo y valía.
 
Con José Sáez, un incondicional y siempre dispuesto amigo

Y lo mejor de todo, nuestra pequeña escapada del domingo, donde nos da tiempo de hablar muchas cosas: de los errores humanos, de la conciencia, de la importancia del perdón. Del complicado mundo editorial. De las cosas que sólo se hacen por amor, desinteresadamente. De nuestros triunfos y frustraciones. De nuestro próximo trabajo en común... entre risas, conversaciones que se entrometen y breves silencios. Accede a hacerse fotos conmigo aún sabedor de que lo esencial es invisible a los ojos. A pesar de que en su mundo interior no necesita imágenes, le basta con retener recuerdos, pensamientos que mudan en reflexiones, conclusión de experiencias vividas.

Con Ramón y Lupe, amigos y admiradores de Alberto
 
Nada escapa a la percepción de sus enfatizados sentidos. Alberto es un avezado interlocutor que enseña porque sabe: ha sufrido el fantasma de la exclusión y el desprecio, de la discriminación y la burla. Como buen clarividente, sabe ver el interior, aquello que verdaderamente somos más allá de lo físico, los matices de la voz o las palabras adornadas. No se deja llevar por las apariencias, esas que a tantos embelesan y engañan. Por eso huye de las adulaciones y acepta la admiración. Sabe también que muchos son los que le envidian… pero es lo que tiene ser especial, que no se deja a nadie indiferente.
 
En Rojales, entre familia
 
En este mundo de apariencias, de luchas constantes y sentimientos en liquidación, me siento, junto a Alberto Gil, arropada por alguien auténtico cuya amistad, una amistad que olvida faltas, esconde defectos y ensalza virtudes, me devuelve al origen y a la esencia verdadera. Me siento con alguien que te acepta como eres, con quien acalla a los fantasmas que te dice que no vales, que no puedes, que no lo vas a conseguir. Con alguien que te ayuda a ser tú mismo, sacando lo mejor de ti. Con alguien que no espera de ti más de lo que estás dispuesto a dar. Con alguien con quien compartir confidencias, sueños e ilusiones. Con alguien con quien poder sonreír y ser feliz sintiéndote amado.

 
En la estación de Balsicas con Nuria y Emilio, buenos amigos periodistas
 
Gracias, Alberto, buen amigo, gracias por adentrarme contigo en este mágico y maravilloso viaje interior. ¡Hasta la próxima!

viernes, 10 de abril de 2015

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA



La eutanasia está legalizada en Holanda, Bélgica y Luxemburgo para enfermos terminales. Por eso, hace unos meses, la justicia belga concedió la denominada ‘muerte asistida’ a un delincuente de 52 años condenado a cadena perpetua por homicidio y varios delitos sexuales. Se trata del primer caso, al parecer, donde se ha valorado el sufrimiento psicológico como argumento para conceder la eutanasia y también la primera vez que se le aplicaría a un preso que, por cierto, lleva ya unos 30 años en prisión… Como era de prever, automáticamente una quincena de presos solicitaron la misma medida aferrándose al mismo pretexto… porque ya se sabe qué pasa en estos casos: uno es el que toca y, si se le abre la puerta, todos quieren salir detrás. ¿Cómo no? Por lo tanto, el debate sería: ¿deberían concederle el derecho a morir?

Alguno me va a tener que disculpar, pero concederle a un asesino reincidente que justifica sus fechorías aduciendo una socorrida enfermedad mental significa liberarlo de su condena ‘haciendo trampas’, por así decirlo. Sería como sacarlo por la puerta falsa, como acortarle la pena otorgándole privilegios impropios de alguien que ha disfrutado a costa del dolor de otros. Me da igual lo que aleguen los psiquiatras, qué leyes le amparen o qué sentimientos le aflijan. Muchos de ellos son una simple banalización del mal, producto de una sociedad que banaliza la muerte a través del cine, la literatura o los videojuegos y que despierta la pulsión de dañar o matar en ciertos individuos sin conciencia. Sólo me interesa la opinión de las víctimas y sus familiares, sus puntos de vista, sus estados anímicos y derechos fundamentales… que no tengan que revivir miedos ni miserias pasadas, que dispongan del apoyo psicológico necesario y que se les procure todos los medios al alcance para poder superar lo que es, a todas luces, un trauma de por vida. Y todo esto recae en manos de las autoridades, supongo, quienes en teoría son los que tienen que velar por el bienestar de sus ciudadanos. ¿O no?

Después de levantar polémica y avivar heridas en unos, e inventar excusas y alentar vanas esperanzas en otros, al preso en cuestión le ha sido denegado, por parte de sus médicos, tan gracioso privilegio. Creo que así se hace justicia. En primer lugar, porque no soy partidaria de la pena de muerte. Quitarle la vida a otro, aunque sea el más criminal, te convierte en alguien tan despiadado como él. Y, en segundo lugar, porque supondría proporcionarle al verdugo la ansiada liberación. Y este final tan ‘rápido’ no deja de ser un acto de injusticia.

Al margen de lo anteriormente descrito, me parece una locura en sí misma la práctica de la eutanasia y voy a explicar por qué. En mayor medida porque, con el tiempo, seremos más permisivos y se aplicará también en ‘casos especiales’ como el que acabamos de ver. Ojalá me equivoque. Y enseguida le seguirán otros a los que tildarán de ‘excepciones’. La eutanasia, de una u otra manera, es matar y puede llegar a convertirse en un arma de doble filo para muchos. Ya he empezado a escuchar razonamientos pro eutanasia de la categoría: “mi vida es mía y yo decido cuándo quiero morir”. Esta sociedad que banaliza la vida y la muerte gracias a las armas y a avances tecnológicos, tratará también de banalizar la muerte gracias a la ciencia. Por citar un ejemplo sobre lo que estoy diciendo, añadir que en Bélgica una pareja de ancianos ha solicitado que se les aplique la eutanasia simultánea pese a que ninguno de los dos se encuentra en fase de enfermedad terminal.

La vida es un don, un regalo sagrado y hay que respetarlo y protegerlo hasta el final. Si en aquellos países donde la práctica de la eutanasia es legal se promoviera, en mayor medida, el respeto a la vida, y no hubiera otra alternativa que administrar al paciente terminal los cuidados paliativos oportunos, la sociedad volvería a ver las cosas de otra manera. Sí se puede y se está llevando a cabo en muchos sitios. Esa vida sagrada de la que os hablo no puede perder su valor. La sociedad que trata de vendernos la cultura de la muerte como una ‘solución final’ debe comprender que morir es un proceso más de la vida al que todos, tarde o temprano, hemos de enfrentarnos. Un proceso a asumir que es posible vivir sin dolor, llegado el caso. A mí me convence más una sociedad que luche por el bienestar de jóvenes y adultos, una sociedad que se ocupe de preservar la vida hasta el final… aunque mi cuerpo esté enfermo y mi vida no sea ‘rentable’ para la sociedad laboralmente hablando.