lunes, 28 de julio de 2014

LA ASIGNATURA PENDIENTE DE LA HUMANIDAD


 
Si necesariamente tuviera que catalogar a la humanidad, la dividiría según su capacidad de amar, porque esta cualidad se convierte, en definitiva, en el resultado de sus actos. O, dicho de otra forma, lo haría según su nivel de conciencia. Pero como quien ama no juzga, y nadie tiene derecho a clasificar a nadie (ni es ése nuestro objetivo), mejor huir de las catalogaciones que dividen y, por tanto, nos empobrecen, y ponernos desde ya a recorrer el camino que verdaderamente queremos. El camino, la senda, el atajo que sea… cada cual escoge el suyo; lo importante, el resultado, depende de nuestra actitud. Caminando con plena conciencia, amor, buena voluntad y honorabilidad, todos los caminos son buenos y necesariamente nos tienen que conducir al mismo destino.

Es la hora de salir del miedo, del dolor… simplemente porque es lo contrario a lo que queremos. Es tiempo de dejar atrás la confusión y el sufrimiento. Es hora de vivir únicamente el presente y dejar de negarnos a nosotros mismos que hemos venido para la felicidad, el amor y la alegría. Es hora de dejar atrás lo que no sirve y mirar hacia adelante con energía y optimismo. Es hora de olvidarnos de los prejuicios, de los juicios inútiles que nos esclavizan. De los actos repetitivos inconscientes, normalmente transmitidos por las falsas creencias o tradiciones, y que dejan de tener cabida en el mundo de hoy porque la gente ahora ve y piensa por sí misma. Porque ver y pensar por uno/a mismo/a es lo propio y también se trata de una liberación interna. Cuando dejas de hacer lo que te desagrada, evitando en la medida de lo posible lo que pueda suponer un perjuicio para alguien, sabes que vas por buen camino porque eso te hace un poquito más feliz.

Una vez leí en un libro sobre un sistema de sanación tradicional Japonés la siguiente enseñanza: “Los individuos nos dividimos en cuatro categorías: el que no sabe y no sabe que no sabe… ése es simplemente un necio, evítelo; el que no sabe y sabe que no sabe… ése es solamente un simple, enséñele; el que sabe y no sabe que sabe… ése es un durmiente, despiértelo; y el que sabe y sabe que sabe… ése es claramente un sabio, sígalo.” Y yo añado al respecto que tan importante como el conocimiento en una persona, son su humildad y su actitud ante la vida; pues si el verdadero sabio no conjuga sabiduría con humildad y amor, muy probablemente caerá en la suficiencia. Porque puedes ser un erudito en cierta materia, o en el conjunto de todas las ciencias que conforman la vida, pero si no tienes humildad y, por consiguiente, amor para nadie, si no haces las cosas con una elevada conciencia, de nada servirá lo que sabes, de nada servirá lo que haces. Toda tu vida, todo el esfuerzo, habrá sido en vano. Y tras la muerte, otra vez, vuelta a empezar…

Pero volviendo al amor, esa energía creadora que todavía muchos relacionan con las religiones, la espiritualidad o el misticismo, encasillándolo como algo obsoleto: el amor es todo. También es ciencia porque la ciencia tiene conciencia. Fíjate si es importante que hasta en el sector de la medicina, que tanta psicología requiere, hay que tratar el alma. ¿Cómo se trata el alma si no con amor? El ser humano se compone de tres estructuras: cuerpo, mente y espíritu, por eso mismo un buen médico es aquel que trata a sus pacientes teniendo en cuenta todo este conjunto, su totalidad. Por lo tanto, si el espíritu de sacrificio (la vocación) y el amor no van intrínsecamente unidos a cualquier oficio que desempeñemos, todos los esfuerzos por triunfar serán en vano. No se puede llegar a la plenitud si te falta lo principal.

Y si dentro de ese juego al que llaman ‘vida’ no te das cuenta que la dualidad no existe, que todo es parte de una misma cosa, acabarás deprimido. La vida y la muerte son sólo dos conceptos que van unidos de la mano. En cualquier momento la muerte llega, pero el simple hecho de morir no significa que la muerte haya ganado la batalla. No significa que esa enfermedad, indisposición o dolencia, haya vencido. Ni tampoco podemos llamar a nadie ‘desahuciado’ porque en el momento que no tenemos amor, desahuciados estamos todos. Pues la mayor epidemia que puede sufrir la humanidad es el desamor. Por lo tanto, la muerte y la vida, la vida y la muerte… forman parte del ciclo de la vida misma y no deberían de suponer ni un éxito ni un fracaso para nadie.

 La razón, tan metódica ella… tan calculadora, puede o no equivocarse. Bien. Tenemos derecho a ambas cosas. Pero quien atiende a los impulsos del corazón sabe que acertará seguro porque éste no falla nunca. El corazón es sabio porque siente. El corazón tiene sensibilidad porque ama, no juzga. Aunque posee la capacidad de analizar y juzgar, no lo hace, se enfoca en lo que realmente ‘es’ dejando a un lado lo que ‘no es’. Y, como decía la Madre Teresa de Calcuta: ‘Si juzgas a la gente, no tendrás tiempo para amarla’. Entonces, si sigues el camino, la senda o el atajo que te aporta mayor felicidad, tendrás también que enfocarte en lo que sí ‘es’.
 
Ama tus células, y tu cuerpo sanará. Ama tu profesión y serás el mejor, te dediques a lo que te dediques. Ama la vida, a la humanidad entera, y serás feliz, porque ésta es la asignatura pendiente que tenemos todos. Pero ama sin condiciones. No con el concepto de amor del desdichado y su ego que trata sólo de captar la atención de todos para sí. No con el concepto de amor egoísta del que no respeta la libertad del otro ni comprende que la felicidad individual empieza por amarse uno mismo primero sin llegar a ser egocéntrico ni narcisista. No con el amor que se basa en los intereses y termina por no interesarle nada porque el aspecto material no llena los huecos vacíos del corazón. Si se pretende llegar a algo serio, hay que amar en serio. Ya conozco a muchos que son desdichados por no saber colocar con tiento la pieza sagrada en el puzzle de su vida. No hay tiempo que perder. Todo momento es aquí y todo tiempo es ahora.