domingo, 28 de septiembre de 2014

DESCRIBIENDO A REMBRANDT: "EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO"


 
 Aceptando el reto de mi querido amigo Alberto Gil (para más info. sobre el mismo, clicar en el nombre), espero que la humilde descripción que voy a dejar a continuación sobre mi obra elegida, “El regreso del hijo pródigo” de Rembrandt, esté a la altura de su reto y expectativas.

Espero con ilusión recibir mi premio: un relato inspirado en el cuadro escrito por Alberto, del que ojalá sea merecedora.

Por muchos años de amistad, Alberto, figura querida, y por muchos retos a superar a tu lado. Va por ti.


 
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO: UNA HISTORIA DE AMOR Y PERDÓN
 

“El regreso del hijo pródigo” es, según se dice, la última obra del genial artista holandés Rembrandt, el maestro del claroscuro y uno de los más importantes pintores del barroco. Este cuadro, realizado en el año 1669, está repleto de simbolismos a través de los cuales el autor pretende mostrar el poder y la ternura de Dios.
 

Las dimensiones del lienzo son 262 cms de alto x 205 de ancho. Aunque son medidas de una pintura destinada a una iglesia, fue adquirido por la Zarina Catalina la Grande e instalado en la residencia de los Zares en san Petersburgo (Rusia) en lo que hoy es el Museo Hermitage.


-Un cuadro con ‘historia’:


“El regreso del hijo pródigo” se inspira en la parábola del hijo pródigo contenida en la Biblia. Es la historia de dos hijos y su padre. El menor, después de pedir a su padre la parte de la herencia que le correspondía, se marcha lejos de casa a vivir un estilo de vida libertina y disoluta. Una vez que ha dilapidado todo el dinero, regresa con la intención de que su padre lo vuelva a admitir aunque sea como criado, ya que no es merecedor de otro trato. Sin embargo, la alegría del padre es tan inmensa que le monta una gran fiesta para celebrar su regreso. El hermano mayor se ofende por la feliz acogida brindada a su indecoroso hermano. Su comportamiento siempre había sido ejemplar y nunca habían celebrado una fiesta en su honor. El padre le hace reflexionar sobre la importancia del arrepentimiento, el perdón y la caridad.
 
 
-Ambientación de la escena:

 
La escena está representada en la puerta de una casa. Una enredadera, o parra, abraza el muro de piedra adornando la entrada. Se deja entrever su recorrido desde la derecha del muro hacia el margen superior de la puerta. El suelo de la calle dibuja una  especie de alfombra bajo los personajes.

 
-Personajes:

 
En la escena aparecen seis personajes, cuatro masculinos y dos femeninos.

 
La escena principal, la figura del padre acogiendo al desdichado hijo menor, no queda centrada en el cuadro, sino a la izquierda. Tras ellos se encuentra la puerta de entrada a la casa. Pese a ello, son los que captan toda la atención. Una luz dorada los ilumina e inunda el rostro del padre, que dirige la mirada hacia abajo resaltando la emotividad de la escena, aunque el núcleo de la misma reside en el gesto sencillo de sus manos. Visiblemente son estos personajes los que concentran la máxima luminosidad del cuadro. Padre e hijo menor, aunque no ocupen el centro de la composición, sí se convierten en el grupo humano más importante del mismo.


Ante el padre y de espaldas, el hijo menor aparece arrodillado, con la cabeza recostada sobre el regazo de su misericordioso padre, en actitud sumisa y arrepentida. Destacan los ropajes de ambos personajes: el padre viste ampulosamente y el hijo viene ataviado con harapos. Es más, los pies del joven reflejan la desdicha y la miseria vividas en los últimos tiempos: el pie izquierdo, descalzo, muestra una cicatriz, al mismo tiempo la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada.

 
El padre aparece inclinado levemente sobre el hijo menor, con gesto sereno y los ojos ligeramente cerrados en actitud de perdón y misericordia, con las manos delicadamente apoyadas sobre los hombros del hijo. Va vestido con un enorme manto rojo echado sobre los hombros, el cual contrasta con la vestimenta del hijo mayor, quien los observa con atención. Por debajo del manto se entrevén las mangas de una túnica color ocre con reflejos de un dorado verdoso que contrasta con los vestidos harapientos del joven hijo.


A la derecha del cuadro, el hermano mayor observa la escena de perfil, con gesto serio y circunspecto. La tristeza asoma a su mirada, me atrevería a decir, en contraposición a la severa reacción de cólera e indignación que el relato bíblico recoge sobre este personaje. Es más, sus manos, que sujetan una vara de madera que se apoya en el suelo, están recogidas en una actitud que se debate entre la espera, la expectación y la prudencia, y contrastan con las del padre, quien las mantiene extendidas sobre el hijo menor. A pesar de que su vestimenta queda relevada a un segundo plano, ya que la técnica de Rembrandt sobre el juego de luces ha pretendido que sólo destaque su rostro y la posición de las manos, se deja entrever que, al igual que el padre, viste caros y vistosos ropajes, evidencias de una posición acomodada.


Rembrandt consiguió plasmar, con verdadera maestría, muchas emociones.
 

Por otro lado, está el gesto de expectación de los tres personajes restantes que observan la escena desde un segundo plano. Van vestidos con ricos ropajes típicos de la época, aunque apenas se dejen entrever gracias al juego de luces y sombras que utilizó Rembrandt para dotarles de un menor protagonismo en la historia del cuadro. Testigos mudos del regreso, observan la situación desde la penumbra gracias a la técnica utilizada por el autor. Y si bien sus rostros pueden reflejar sorpresa, curiosidad o desconcierto, ninguno de ellos transmite al espectador ni un atisbo de resistencia, resentimiento u hostilidad hacia el recién llegado. Rembrandt consiguió plasmar el espíritu evangélico de la parábola bíblica en todos los personajes de la obra con admirable maestría.


La figura de medio cuerpo de una mujer, asomada desde el lado derecho de la puerta, y que observa la escena de cerca con gesto de curiosidad, centra la escena y contrasta con la lejana figura de otra mujer que, con un velo blanco echado sobre la cabeza e iluminada tan sólo desde medio cuerpo hacia arriba, observa la escena desde el interior de la casa. Esta segunda mujer es el personaje que más alejado de la escena aparece, por lo tanto, su rostro se entrevé ensombrecido y difuso. Como la puerta está ubicada a la izquierda del cuadro, aparece cerca del margen superior izquierdo del cuadro.


Bajo la mujer que se asoma por el margen derecho de la puerta, sentado ante el muro de la casa, asoma un hombre de mediana edad, y aspecto impecable, completando la obra. Se encuentra estratégicamente sentado a la izquierda del hijo mayor. Con mirada fija y penetrante, observa la escena principal con total atención. Lleva un amplio y oscuro sombrero, bigote fino y alargado, y parece golpearse el pecho con el brazo derecho, gesto que hace pensar, junto a la riqueza de sus vestidos, que posiblemente se trate de un administrador. Apoya la mano izquierda sobre la pierna derecha, a la altura del tobillo, aprovechando que la tiene cruzada sobre la izquierda en un expectante gesto que se debate entre la inquietud y el reposo.


Para finalizar, cabe destacar que no menos significativas son la expresividad de la luz, la gama cromática utilizada, la técnica y la sencillez compositiva, la que hacen de este cuadro una auténtica obra maestra del barroco.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

PUEDES Y MERECE LA PENA




Cuando dices que no puedes, tal vez no te hayas detenido a pensar que tú eres capaz de cualquier cosa. Fíjate bien. Cada vez que echaste la vista atrás, hacia el pasado, necesariamente tuviste que darte cuenta que la historia de la humanidad encierra en sí misma un poderoso mensaje de gloria, superación y grandeza. Si pueblos como el egipcio, por citar una de las civilizaciones primitivas más fascinantes, sin apenas contar con las herramientas necesarias para ello y seguramente ataviados con lo más básico, consiguieron levantar monumentos que son, según especialistas en la materia, imposibles de erigir sin la tecnología con la que hoy contamos… tú eres capaz de conseguir lo que te propongas.

No renuncies a un proyecto, grande o pequeño, ni por miedo ni por nada. No te prives a ti mismo de la oportunidad de conseguirlo. Tal vez necesites tiempo o paciencia. Pero recuerda que si está en tu mente, puedes convertirlo en realidad. La mayoría de personas que abandonan una idea, un proyecto, un objetivo o un sueño, normalmente, lo hacen influenciados por la impaciencia y el pesimismo. O tal vez por un mal consejo, como diría Mark Twain, de ‘gente pequeña que trata de empequeñecer tus ambiciones’. Recuerda siempre que sin constancia y esfuerzo no habría nada: ni cine, ni literatura, ni avances tecnológicos y médicos… no habría progreso. Por lo tanto, si tienes el talento para llevarlo a cabo, y el coraje de trabajar sin descanso hasta conseguirlo, será tuyo.

Cuando dices que no puedes, debes saber que la vida es amable con quien lucha y persevera. Nadie está hablando de que sea cómodo o fácil. Nadie está hablando de éxitos inmediatos. Sólo te digo que si trabajas con disciplina, dedicación y método, es imposible que se te resista algo. Si pones toda tu ilusión y entusiasmo en un proyecto, es imposible que no te vaya bien. Porque cuando dices no puedo, puedes siete veces más. Sólo se trata de ser constante y no perder la confianza en uno mismo.

Cuando dices que no puedes, estás enviando una orden muy poderosa a tu cerebro, el que la procesará como si se tratase de ordenador, recordándotelo, más tarde, y cada vez que lo intentes… como bien dijo mi adorado Cabral. Porque cuando dices ‘no’ a aquello que tanto anhelas, no estás teniendo en cuenta el gran potencial que se encierra en tu interior para conseguirlo. Recuerda que todo llega y nunca el tiempo es perdido.

Te he hablado otras veces de él, por eso estoy segura de que lo recuerdas. Mi amigo Alberto Gil, licenciado en Historia, es técnico de biblioteca en la ONCE y un excelente escritor y rapsoda. No es admirable su capacidad para conseguir cuanto desee porque sea ciego total. No es paradigma de superación ni arquetipo y modelo de constancia y tesón por eso. Su ceguera no le concede ningún privilegio, sino todo lo contrario. Es su espíritu de lucha quien le da alas para volar alto. Para viajar constantemente, escribir libros, hacer presentaciones y estar siempre a la última en todo gracias a los avances tecnológicos de los que se preocupa en estar al día.

Alberto me ayuda, me apoya y aconseja constantemente. Su filosofía y sus ganas de vivir y superarse son contagiosas, y esa misma energía y entusiasmo me sirven de impulso y acicate para conseguir también mis objetivos. Es más, me envía interesantes noticias sobre personas que, pese a sus diferentes discapacidades, destacan en aquello que más les gusta superando toda clase de obstáculos, físicos o administrativos. Por sensibilizar, por conciencia, por esa tendencia suya por transmitir valores y compartir aquellas cosas que verdaderamente importan. Sin tratar de esconder el hecho de que, a veces, estas personas (tal vez con mayor frecuencia de la que podamos pensar), también se topan de bruces con el fantasma del desánimo y la frustración. Claro que sí. Pero precisamente eso debe de ser lo que les lleva a seguir al pie de sus luchas diarias. Sin tiempo para lamentaciones. Huyendo de la lástima y la autocompasión... Un aplauso para ellos.

En pago por el cariño y la entrega incondicional que recibo por parte de Alberto y de tantas otras personas que me acompañáis y me dais vida, sólo puedo decirte, querido lector, que tú sí puedes y merece la pena. Que no cejes nunca en tu empeño. Que cuando unas puertas se cierran, otras se abren y lo importante es seguir ante ellas. Como el protagonista de una reciente noticia, por citar un caso, Clinton Sumner, un ciclista ultrafondista de 33 años que se ha propuesto recaudar fondos para una niña gallega que sufre un retraso generalizado del desarrollo debido a una ‘ataxia cerebelosa no filiada’. Este audaz deportista no correrá la vuelta a España, hará algo de mayor valor, recorrerá 1.000 kms de asfalto, sin asistencia externa, sólo por solidaridad. Más de 70 horas pedaleando sin parar por una buena causa y porque nunca se dijo ‘no’ a sí mismo.

‘El principito’ de Antoine de Saint-Exupéry nos enseña: “Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó, renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó’. Así que ya sabes, cuando dices que no puedes, puedes siete veces más. Tú puedes. Tú vales. Y sé de buena tinta que vas a conseguirlo.


Horadada Información

Septiembre de 2014

lunes, 18 de agosto de 2014

AFORTUNADAMENTE, CON EL TIEMPO




Con el tiempo te das cuenta que no vale la pena sufrir por cualquier cosa, que cada uno tiene su propio camino en la vida y unos retos que afrontar. Y comprendes que el sufrimiento es una pérdida de tiempo. Que cada persona se encuentra en un nivel de conciencia determinado. Que debemos respetar el libre albedrío de cada uno. Y que madurar es abrir la mente a esta comprensión y, llegado el momento, debemos dejar a un lado el complejo de ‘salvadores del mundo’, así como también aprender a dejar pasar situaciones y personas… Entonces te das cuenta que la vida se divide en ciclos y que sólo importa el momento presente. Que está todo relacionado. Que quien vive en el pasado pasa demasiado tiempo preocupado por lo que ya ‘no es’. Y quien ‘vive’ preocupado por el futuro sufre de antemano por lo que muy probablemente ‘no será’. Y ves esto, despiertas y adviertes que lo que tanto te preocupaba ayer, hoy apenas tiene importancia, pues madurar es, ante todo, un estado de conciencia que te conduce a aceptar la vida tal cual es, con sus luces y sus sombras, y no como quisieras que fuera.

Con el tiempo también te das cuenta que el ser humano necesita una ilusión para vivir. Tener un proyecto en el horizonte, nuevas metas. Necesita aferrarse a algo que lo motive, que dé sentido a su existencia. Porque la vida ni se pasa ni se detiene, nunca, jamás. La vida no se encierra en un concepto, es tan sólo una suma de experiencias y una sucesión de noches y de días, un simple acuerdo entre las luces y las sombras... Con el tiempo, precisamente por eso, te das cuenta que no es conveniente tener todo lo que se desea, al menos, no al instante, y que es mucho mejor ir conquistando tus metas o deseos poco a poco, ya que aquello que conseguimos con facilidad pierde la mitad de su interés, y casi todo su valor, al momento de ser adquirido.

Con el tiempo te das cuenta que conseguir las cosas con esfuerzo te lleva a valorarlas en su justa medida, y sabes que has madurado cuando sólo te esfuerzas por conseguir aquellas cosas que valen realmente la pena. Y entonces, enamorado de la vida, te percatas de que lo más valioso es lo que menos esfuerzo cuesta: un paseo, una buena lectura, una conversación amena… Descubres el placer de las cosas sencillas, sin la necesidad de alcanzar grandes metas ni de viajar a lugares idílicos para encontrar la paz esperada o el momento perfecto. Aprecias que puedes ser feliz aquí y ahora. Y que realmente ya lo eres, que siempre lo has sido, porque la felicidad es un estado de conciencia que no necesita de estímulos externos para ser ni para estar. Y tomar conciencia de esto es importante porque despiertas de ese sueño de mil noches en los que las sombras sólo juegan su papel haciéndote creer que existe la oscuridad… Todo es luz y todo es conciencia porque toda experiencia y todo suceso, negativo o positivo, es necesario para ‘crecer’.

Y de esta forma, con el tiempo, te das cuenta que en cualquier lugar y situación tu vida puede dar un giro de 180º: en la cola del súper, esperando un amigo, ayudando a un hermano… Cualquier día puede ser ese día que siempre has esperado para hacer ciertas cosas, para emprender un nuevo camino o dar ese paso tan meditado, pues lo que llaman ‘destino’ puede estar a la vuelta de la esquina o al transitar cualquier senda... Sí, hoy mismo puede ser, con toda probabilidad, ese día perfecto que desde hace tanto tiempo estabas esperando.

Y con el paso del tiempo también te das cuenta de que no eres inmortal, que los años pasan, y pasan por algo, que la vida es una sucesión de hechos y una acumulación de experiencias donde no faltan los lances que dan sentido a la existencia. Que si no pasaran los años, no adquiriríamos sabiduría. Que una vida sin inquietudes, sin desafíos, sin metas, es una vida vacía. Que todo cobra mayor sentido cuando el amor es tu bandera. Y que no hay mayor capital que acostarte cada noche con el corazón henchido y la conciencia tranquila.

Acumulas experiencias, abres puertas, cierras ciclos, pierdes esto, ganas lo otro, y comienzas a sentir la vida y a valorar lo realmente valioso. ¡Bien! Un simple café se convierte en una tarde maravillosa en la mejor compañía, y observas maravillado que tu, otrora, mayor enemigo se convierte ahora en tu mejor aliado. Que abrir la conciencia a la felicidad y al bienestar es un viaje sin retorno, un sueño hecho realidad, el paso a una nueva vida. Empiezas a verlo todo con los ojos de la inocencia dormida. Sientes más y sufres menos. Sabes que todo es como debe ser y aceptas tu vida. Tu familia, tus amigos, tus vecinos… todo comienza a ser perfecto. Lo negativo y lo positivo son dos conceptos que dependen de tu actitud para existir. Todo esto, y mucho más, cambia y tiene lugar al despertar la conciencia.

Con el tiempo te das cuenta que siempre fuiste perfecto, aunque te equivocaras continuamente. Puedes sentirte satisfecho porque tus aciertos y tus errores de ayer conforman el ser perfecto que eres hoy. La vida es demasiado corta para desperdiciarla discutiendo, para vivir deprimido y para recordar continuamente el pasado con tristeza o rencor. La vida es aquí y ahora. Todo es conciencia y energía. Y te percatas de ello (contradiciendo a un renombrado escritor y poeta argentino), ‘afortunadamente’, con el tiempo.

lunes, 28 de julio de 2014

LA ASIGNATURA PENDIENTE DE LA HUMANIDAD


 
Si necesariamente tuviera que catalogar a la humanidad, la dividiría según su capacidad de amar, porque esta cualidad se convierte, en definitiva, en el resultado de sus actos. O, dicho de otra forma, lo haría según su nivel de conciencia. Pero como quien ama no juzga, y nadie tiene derecho a clasificar a nadie (ni es ése nuestro objetivo), mejor huir de las catalogaciones que dividen y, por tanto, nos empobrecen, y ponernos desde ya a recorrer el camino que verdaderamente queremos. El camino, la senda, el atajo que sea… cada cual escoge el suyo; lo importante, el resultado, depende de nuestra actitud. Caminando con plena conciencia, amor, buena voluntad y honorabilidad, todos los caminos son buenos y necesariamente nos tienen que conducir al mismo destino.

Es la hora de salir del miedo, del dolor… simplemente porque es lo contrario a lo que queremos. Es tiempo de dejar atrás la confusión y el sufrimiento. Es hora de vivir únicamente el presente y dejar de negarnos a nosotros mismos que hemos venido para la felicidad, el amor y la alegría. Es hora de dejar atrás lo que no sirve y mirar hacia adelante con energía y optimismo. Es hora de olvidarnos de los prejuicios, de los juicios inútiles que nos esclavizan. De los actos repetitivos inconscientes, normalmente transmitidos por las falsas creencias o tradiciones, y que dejan de tener cabida en el mundo de hoy porque la gente ahora ve y piensa por sí misma. Porque ver y pensar por uno/a mismo/a es lo propio y también se trata de una liberación interna. Cuando dejas de hacer lo que te desagrada, evitando en la medida de lo posible lo que pueda suponer un perjuicio para alguien, sabes que vas por buen camino porque eso te hace un poquito más feliz.

Una vez leí en un libro sobre un sistema de sanación tradicional Japonés la siguiente enseñanza: “Los individuos nos dividimos en cuatro categorías: el que no sabe y no sabe que no sabe… ése es simplemente un necio, evítelo; el que no sabe y sabe que no sabe… ése es solamente un simple, enséñele; el que sabe y no sabe que sabe… ése es un durmiente, despiértelo; y el que sabe y sabe que sabe… ése es claramente un sabio, sígalo.” Y yo añado al respecto que tan importante como el conocimiento en una persona, son su humildad y su actitud ante la vida; pues si el verdadero sabio no conjuga sabiduría con humildad y amor, muy probablemente caerá en la suficiencia. Porque puedes ser un erudito en cierta materia, o en el conjunto de todas las ciencias que conforman la vida, pero si no tienes humildad y, por consiguiente, amor para nadie, si no haces las cosas con una elevada conciencia, de nada servirá lo que sabes, de nada servirá lo que haces. Toda tu vida, todo el esfuerzo, habrá sido en vano. Y tras la muerte, otra vez, vuelta a empezar…

Pero volviendo al amor, esa energía creadora que todavía muchos relacionan con las religiones, la espiritualidad o el misticismo, encasillándolo como algo obsoleto: el amor es todo. También es ciencia porque la ciencia tiene conciencia. Fíjate si es importante que hasta en el sector de la medicina, que tanta psicología requiere, hay que tratar el alma. ¿Cómo se trata el alma si no con amor? El ser humano se compone de tres estructuras: cuerpo, mente y espíritu, por eso mismo un buen médico es aquel que trata a sus pacientes teniendo en cuenta todo este conjunto, su totalidad. Por lo tanto, si el espíritu de sacrificio (la vocación) y el amor no van intrínsecamente unidos a cualquier oficio que desempeñemos, todos los esfuerzos por triunfar serán en vano. No se puede llegar a la plenitud si te falta lo principal.

Y si dentro de ese juego al que llaman ‘vida’ no te das cuenta que la dualidad no existe, que todo es parte de una misma cosa, acabarás deprimido. La vida y la muerte son sólo dos conceptos que van unidos de la mano. En cualquier momento la muerte llega, pero el simple hecho de morir no significa que la muerte haya ganado la batalla. No significa que esa enfermedad, indisposición o dolencia, haya vencido. Ni tampoco podemos llamar a nadie ‘desahuciado’ porque en el momento que no tenemos amor, desahuciados estamos todos. Pues la mayor epidemia que puede sufrir la humanidad es el desamor. Por lo tanto, la muerte y la vida, la vida y la muerte… forman parte del ciclo de la vida misma y no deberían de suponer ni un éxito ni un fracaso para nadie.

 La razón, tan metódica ella… tan calculadora, puede o no equivocarse. Bien. Tenemos derecho a ambas cosas. Pero quien atiende a los impulsos del corazón sabe que acertará seguro porque éste no falla nunca. El corazón es sabio porque siente. El corazón tiene sensibilidad porque ama, no juzga. Aunque posee la capacidad de analizar y juzgar, no lo hace, se enfoca en lo que realmente ‘es’ dejando a un lado lo que ‘no es’. Y, como decía la Madre Teresa de Calcuta: ‘Si juzgas a la gente, no tendrás tiempo para amarla’. Entonces, si sigues el camino, la senda o el atajo que te aporta mayor felicidad, tendrás también que enfocarte en lo que sí ‘es’.
 
Ama tus células, y tu cuerpo sanará. Ama tu profesión y serás el mejor, te dediques a lo que te dediques. Ama la vida, a la humanidad entera, y serás feliz, porque ésta es la asignatura pendiente que tenemos todos. Pero ama sin condiciones. No con el concepto de amor del desdichado y su ego que trata sólo de captar la atención de todos para sí. No con el concepto de amor egoísta del que no respeta la libertad del otro ni comprende que la felicidad individual empieza por amarse uno mismo primero sin llegar a ser egocéntrico ni narcisista. No con el amor que se basa en los intereses y termina por no interesarle nada porque el aspecto material no llena los huecos vacíos del corazón. Si se pretende llegar a algo serio, hay que amar en serio. Ya conozco a muchos que son desdichados por no saber colocar con tiento la pieza sagrada en el puzzle de su vida. No hay tiempo que perder. Todo momento es aquí y todo tiempo es ahora.

lunes, 23 de junio de 2014

EL DÍA QUE EMPECÉ A SENTIR LA VIDA


El día que empecé a sentir la vida fue el día en el que comprendí que sólo de mí dependía mi propia felicidad. Advertí que la felicidad es un estado del alma, un nivel determinado de conciencia. Nada que se encontrara ‘fuera’ de mí, sino dentro. Y aprendí que no necesitaba a nadie para ser feliz, pero que, sin embargo, el sentido de la vida es compartir, por lo tanto, no merece la pena vivirla en solitario. Y también supe que los apegos a determinadas cosas terminan siendo causa de infelicidad y dependencia… y que cuantas más cosas tenemos, menos las valoramos y más necesitamos. Y que las carencias, en las que solemos enfocar nuestra atención y que tanto nos deprimen y limitan, no nos hacen otra cosa que más vulnerables y autocompasivos.

Ese día aprendí que las grandes metas y ambiciones sólo nos llevan a competir con otros y eso no da la felicidad. Conlleva estrés, ansiedad y, a la larga, múltiples frustraciones. Comprendí que la auténtica felicidad se halla en las cosas sencillas: una conversación, un paseo… nada complicado. En realidad, me di cuenta que vivir es como un juego que ni siquiera requiere una estrategia. Supe que al ser honesta conmigo misma también lo soy con los demás, y creo que merece la pena. Hay tanto que aprender y tanto por lo que luchar… Ese día entendí que el amor es el camino y el orgullo una barrera. Que cuando apoyas a alguien y lo animas a seguir, lo engrandeces. Y cuando haces algo positivo por alguien debes saber que eres el/la creador/a de una cadena, porque tendemos a imitarlo todo y, tarde o temprano, aquellos a quienes hiciste bien predicarán con el ejemplo.

El día que empecé a sentir la vida me di cuenta que no necesitaba entender muchas cosas. Que, a veces, con saber poco es suficiente… pues lo que sobra suele ser desperdiciado. Y me di cuenta que ya no tenía que vivir tan angustiada, que estoy bien, que he llegado hasta donde tenía que llegar, que ha merecido la pena. Y ahora paseo más y disfruto del trayecto. Ahora incluso veo paisajes que antes no veía. Mis injustificadas preocupaciones y obsesiones eran el centro del mundo, nublaban mi visión y no dejaban paso a nada más. Y la felicidad, que vive dentro de cada uno, luchaba impotente por resurgir. Como la enredadera que tiende a crecer, aferrándose a la vida. Si lo encuentra en su camino, esquiva el obstáculo pero no se detiene. Sigue su crecimiento hacia otro lado. La naturaleza misma nos enseña con su ejemplo a ser constantes, pues ella nunca se rinde. Y a veces ocurre que el único problema que tiene el ser humano, los únicos ‘obstáculos’ con los que se encuentra, sólo están en su mente, no es nada físico. La felicidad, que no es otra cosa que un estado mental, siempre está ahí… en cada ser, como un don natural.

Me di cuenta que la vida es jueza, abogada y acusación particular al mismo tiempo… dependiendo del camino que tomas. Si no nos presentara ciertos retos de vez en cuando, el juego que nos plantea a diario sería aburrido y monótono. Terminaríamos inmersos en una desesperante ociosidad. Hay que atreverse a vivir la vida, plantarle cara, aceptar sus retos. Nadie dijo que sería fácil ni tremendamente divertido. Precisamente por eso, porque la vida se improvisa a cada paso, porque no sabemos qué va a ocurrir en el minuto siguiente… debemos aprender a afrontar cada situación. Si no nos queda más remedio que representar nuestro papel, seamos los protagonistas de nuestras vidas y aprendamos a improvisar.

Aprendí también que cuando se hacen las cosas desinteresadamente el universo entero conspira en tu favor brindándote su ayuda. Sus bendiciones te llegan por cualquier otro lado. Y supe que actuar sin esperar nada a cambio es la mayor garantía de satisfacción. Porque si no esperas nada, no hay frustración. Nada puedes reprocharle de quien nada esperas. Por eso hay que dar, por generosidad y de corazón. Y si se recibe… si se recibe se debe ser agradecido porque no se esperaba nada a cambio. Ése es el secreto de la felicidad. Sólo viviremos plenamente cuando dejemos de buscar protagonismo y la aceptación ajena. No hacen falta esas cosas cuando sabemos bien quiénes somos. Ésa es la fórmula.

El día que empecé a sentir la vida aprendí que se brilla mucho más cuando te centras en realzar los aspectos positivos de otros, sus habilidades, sin llegar a ser servil. Porque para ‘crecer’ no es necesario pisar a otros, ni se ‘brilla’ ocultando otras luces... No, no es ése el camino. Lo único que nos ensalza como personas es la humildad. Así es. Si quieres ser grande, sé pequeño. En el mundo que habitamos casi nada es lo que parece y casi todo está al revés. Es parte del juego. Sé pequeño, ayuda al que te necesita y serás el más grande de todos… pero no tengas la pretensión de ser grande. Simplemente sé.

Somos excelencia antes de nacer. Yo misma, una persona normal y corriente, fui una gran idea en la mente de mi padre. Una esperanza. Yo fui un deseo, un pensamiento inamovible años antes de nacer. Antes, incluso, de coger forma ya se me idealizaba… No puedo ahora traicionar ese deseo, esa esperanza, esa ilusión cayendo en el desánimo. Por eso me alegro tanto de que haya llegado el día del despertar: he dejado de quejarme para empezar a sentir la vida. De verdad. Y me doy permiso desde hoy mismo… permiso para vivir plenamente, permiso para equivocarme, para acertar… para ser feliz. Porque todo tiene un porqué y el principal sentido de la existencia es, simple y llanamente, ser. ¡Feliz verano!

domingo, 25 de mayo de 2014

'Elementos en Espiral' en el XX Aniversario de la Casa de Cultura de Pilar de la Horadada

 
          Tras la exitosa representación teatral de mi obra ‘El Maestro de Nazaret’ el pasado mes de abril en la Casa de Cultura de Pilar de la Horadada, quién me iba a decir que mi poemario, ‘Elementos en Espiral’, además de ser el detonante de una cadena interminable de presentaciones y actos literarios desde su publicación meses atrás, iba a ser el siguiente en desfilar por la alfombra roja del salón de actos del citado lugar arropado por los flases y los aplausos del público asistente. No puede haber nada mejor.
 
          Con motivo del acto conmemorativo del XX Aniversario del nacimiento de la Casa de Cultura, una celebración que resultó entrañable y emotiva a partes iguales gracias a la amabilidad e interés de los organizadores y de tantas otras personas que trabajan para hacerlo posible, aquellos que nos movemos en el ámbito literario pilareño asistimos a una nueva e ineludible cita con la literatura. Esta vez, el requisito exigido para poder participar en tan emotivo acto, es contar en nuestro haber con una obra publicada este mismo año. Cumplida la condición, allí nos congregamos Valerie Thunem, Diana Al Azem, Agustín Fernández Ros, Fco. Sánchez Lizón y una servidora. Ana Pomares, a quien echamos de menos, no pudo asistir por motivos personales.
 
          
          De esta manera, un año más, escritores amigos, jóvenes promesas literarias y dos versados lectores, tuvimos la ocasión de encontrarnos gracias a una efeméride muy especial que aunaba, en un mismo acto, el aniversario de la Casa de Cultura con la postergada celebración del día del libro y las actividades vinculadas a este día, como el fantástico homenaje a los autores locales y la entrega de premios y diplomas a los mayores lectores de la Biblioteca Pública Municipal (Maxim Ranchuk en la categoría de infantil y Mª Elena Trigo en la de adulto, por cierto), y a numerosos escolares del municipio cuyos relatos habían resultado seleccionados por su calidad narrativa. Animó la velada Gapdamoh, un grupo de baile muy sensual, y, para finalizar, proyectaron un vídeo que recogía en imágenes la presencia de la Casa de Cultura en el Pilar desde sus orígenes, así como los objetivos logrados desde entonces. El alcalde clausuró el acto agradeciendo a la directora, María García, su entrega y profusa labor con un bonito ramo de flores.
 
          Quisiera hacer hincapié en el papel fundamental que la literatura debería tener en nuestras vidas desde la infancia. La literatura… esa dama irisada que nos invita a soñar y nos ayuda a conquistar grandes metas, aparte de la capacidad que posee para evadirnos y ampliar horizontes. Ella y su habilidad de adentrarnos en universos infinitos, también abre puertas y muestra nuevos caminos. Y en lenguaje poético añadiría, dado que este escrito va dedicado a la poesía, que la literatura posee el don supremo de dar y repartir felicidad, de conquistar almas y expandir conciencias; la habilidad de adentrarse en los entresijos de la mente humana logrando, incluso, tocar nuestra fibra más sensible y los sentimientos más interiorizados. De todo eso y más es capaz la literatura… es importante que lo experimentemos desde muy jóvenes.

 
          Y, como os decía, en el acto del pasado día 7 de mayo tuve la oportunidad de presentar mi último libro, ‘Elementos en Espiral’, mi primera incursión en el género de poesía donde medio centenar de poemas que pretenden rendir un sentido homenaje a la galantería y el romanticismo, nos hablan de amor apasionado en fusión con los cuatro elementos clásicos de la naturaleza: AGUA-TIERRA-FUEGO-AIRE… Una combinación única, profunda y trascendental, de sentimientos, emociones y deseos.
 
          Metafóricamente hablando, en los poemas, el fuego sería imagen y arquetipo de pasión y deseo; el agua, el fluido vital para la existencia; el aire, lo invisible, los anhelos; y la tierra la fertilidad, la materia, la figura del ser amado… La espiral que cierra el título simboliza que estos conceptos no tienen fin, son ilimitados, como el mismo amor. Ya que el amor es el eje alrededor del cual gira y vibra todo.
 
          A modo de observación, decir que mi intención principal al escribir los poemas, lejos de la idea de escribir un libro, no fue otra que la complicada empresa de adentrarme en la esencia humana, la parte espiritual, los sentimientos… aquello que todos tenemos en común, puesto que la humanidad, en realidad, es una. Todos somos uno y necesitamos las mismas cosas para subsistir. El ser humano depende de los elementos que le rodean para vivir dado que se sirve de ellos constantemente… FUEGO-AGUA-TIERRA-AIRE. Sin obviar que, aparte de satisfacer sus necesidades vitales, también necesita AMOR. Amor para existir, amor para ser, amor para desarrollarse, amor para vivir la experiencia humana que tenemos, ya que nuestra esencia humana va más allá de lo material: somos una maravillosa conjunción de elementos, anhelos y sensaciones. Somos CUERPO, MENTE y ESPÍRITU. Somos parte de todo y del todo.
 
         
          El interior del libro recoge 12 extraordinarias fotografías de las muchas realizadas por Rafa Mellado donde la sensualidad y el arte se encuentran y conjugan magistralmente resultando en unas imágenes que conforman el binomio ‘naturaleza-ser humano’ como la auténtica unidad que es. Una servidora se prestó como modelo a la dirección del fotógrafo posando en aquellos escenarios que mejor recrean los cuatro elementos de la naturaleza… Esto es un resumen de todo lo que es y todo lo que encierra ‘Elementos en Espiral’.

lunes, 28 de abril de 2014

'El Maestro de Nazaret' puesto en escena


El sueño de todo/a escritor/a hecho realidad... mi 'Maestro de Nazaret' ha llegado al teatro. ¡Muchísimas gracias al maravilloso elenco de actores y actrices que lo ha hecho posible! ¡Sois los mejores! Mi eterno agradecimiento para vosotros/as.