jueves, 2 de julio de 2009

OJOS QUE NO VEN...

Esta es una de esas historias con sabor agridulce. El último día de clase, reunidas con la profesora para conversar sobre los objetivos superados por los alumnos durante el concluido curso escolar, mandamos a los niños al patio para que la reunión se llevara a cabo con la mayor tranquilidad posible. Una vez que hubimos terminado nos dispusimos a recogerlos, satisfechas con las referencias de la maestra y la limpieza de sus trabajos.
Fue entonces, mientras Miriam venía hacía mí con la ilusión de quedarse con el pajarillo alicaído, desfallecido y enfermizo, que llevaba entre sus manos.
-¿Puedo quedármelo?.. ¡Sí, sí, por favor!... –expuso, como siempre, sin darme tregua a considerar lo contrario.
(Las otras madres y la profesora me miraban en silencio).
-Miriam, tenemos un gato… ¡No son compatibles!
-Sí, mamá, por favor... Si hasta le he puesto nombre y todo: se llama “Rosita”.
(Las atentas espectadoras sonrieron ante la ocurrencia).
-¿Rosita? Podías haberle puesto otro nombre… No sé, por ejemplo… ¡“Pumuki”!
-Ya, mamá, pero no puede quedarse aquí solita, en el patio, sus padres no están…
-¿Y qué vas a hacer con el gato, Miriam? –pregunta la profesora.
-¡Ah, no pasa nada! –contesta con desparpajo y soltura-: No sale de la cocina, y si está en el balcón, tampoco sale del balcón…
(La profesora se queda pensativa).
-¿Y qué hacéis para que no salga?.. ¿ Le decís: “De aquí hacia fuera no se sale”?..
(Risas de fondo).
-No. Simplemente, cerramos la puerta –expone Miriam con naturalidad.
(Más risas y el rostro de la profesora se enrojece ante la respuesta. Por lo visto, no había caído antes).
-Venga, mamá… ¡También podemos comprarle una jaula!
“Morirá pronto” –pensé cariacontecida-. “Su vida será breve y Miriam sufrirá”.
-Bueno, nos lo quedamos… De todas formas, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo.
En aquel momento pasaron por mi mente un sin fin de animales a los que di cristiana sepultura con la pesadumbre de haberlos visto morir.
“¡Pobre Miriam! –pensé de camino a casa mientras observaba en silencio su expresión de júbilo y al maltrecho animal inmóvil y desplumado-. No sabe que existe la muerte hasta para el más entrañable de los seres”.
-¡Ya somos uno más en la familia! –exclamaba mi hija observando al corazón alado con entusiasmo.
Mientras caminábamos se volvió varias veces hacía mi para mirarme y descubrí mi propio reflejo en sus ojos… ¿Cómo iba a desentenderme del animal dejándolo morir en el patio de un colegio desierto? Miriam actuaba según los latidos de su corazón… y lo mejor, sin experimentar tristeza, pues no conoce lo peor de todo: que todo tiene final. Ése debe ser el secreto de los niños, el secreto de su plena felicidad…
Entonces fue cuando logré la siguiente reflexión: a veces las personas preferimos “no ver” para no sentirnos obligados a actuar, a tomar decisiones, a sufrir…
“Rosita” o “Pumuki” murió al cuarto día. Afortunadamente mientras Miriam echaba la siesta por lo que no lo vio ni aterido ni patas arriba. ¿Cuántos animales, en cuántos patios de cuántos colegios, se encontrarán en la misma situación? Estoy segura que éste percibió el cariño de su amiga por cuatro días.
¡Qué razón tenía quien dijo: “ojos que no ven…”! Porque realmente, para vergüenza nuestra, lo que nos pasa es eso: que no queremos ver. A nuestro alrededor, pequeño o grande, siempre ha habido, hay y habrá quien necesita de nosotros.
Amigos, siento la tristeza que acompaña al tema de hoy, pero ya os lo advertí: esta es una de esas historias con sabor agridulce.

3 comentarios:

  1. La conciencia social está en peligro de extinción, he visto muchos muriendo sin ni siquiera 4 días de cariño, el ave de esta historia corrio con mas suerte que estas muchas... personas.

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  2. Pero...¿Se puede saber por qué estimais tanto el vivir?.Se recibe la vida sin demandarla, sin conocido trayecto, ¿ Por qué extrañarse, entonces,
    de nos la reclamen? ¿ Sería extraño que cualquier viviente apareciera un solo instante "cumpliera" su destino, y cumplido se ausentara ?

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  3. Hola Rosa, bonita historia real y no como esas que nos quieren hacer ver en la "tele"... Con los niños que mueren de hambre en el mundo pasa lo mismo, nuestros hijos si tuvieran el poder los salvarían... nosotros miramos hacia otro lado... Saludos cordiales para ti y para Joaquín y un beso para Miriam, "la salvadora"...

    PAZ Y AMOR para todos, sobre todo para ELLOS...

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