miércoles, 3 de junio de 2009

EL TARRO DE MIEL Y LAS ABEJAS

Hace poco estuve en casa de una amiga estupenda. Se trata de una de esas personas especiales que no sólo te abren su casa amablemente, también te abren su corazón. Después de pasar un agradable ratito conversando y compartiendo puntos de vista e inquietudes, me comentó, no sin ese toquecito de intriga que pone en las cosas y que tanto le caracteriza, que me iba a enseñar una cosita por curiosidad y por ver qué me parecía. Y mientras marchaba hacia la cocina, dejándome allí, en la acogedora e iluminada sala de visitas, esbocé una sonrisa de expectación difícil de dominar.
Regresó pronto, sujetando un gran tarro de miel en cuyo fondo yacían inertes un gran número de abejas, mientras me preguntaba si este suceso me daba algo que pensar.
Enseguida, una frase que leí tiempo atrás buceando por internet, vino a mi memoria:

“Las palabras son como las abejas, tienen miel y aguijón”.

–¿Qué te parece? -dijo mostrándome el frasco.
Lo miré perpleja:
–Primero cuéntame cómo han llegado estas abejas ahí dentro: ¿han abierto el frasco?
Antes de contestar, sonrió abiertamente:
–No, mujer. Mi marido perdió el tapón y lo cubrí con papel de aluminio... Cuando volví a por la miel encontré este enjambre aquí dentro. ¿Querrá decir algo?
–De todo puede sacarse una enseñanza. Vamos a ver: las abejas fabrican la miel y éstas han perecido untadas por su mismo producto…
–Sí, y es la primera vez que me pasa. Nunca había visto abejas por aquí.
–Pues quedémonos con la sensación de que se trata de un hecho normal (las abejas, atraídas por el olor a miel, acudieron, echaron el aluminio a un lado y entraron dentro, que es lo más lógico y probable), pero del que aprovecharemos para sacar una reflexión.
–¡Ya está! –exclamó mi amiga, audaz–: podemos concluir que debemos devolver un bien al que venga a hacernos mal, y esa misma persona rectificará viendo lo que ha hecho ella misma…
–Tienes razón, María. No hay nada, ni nadie, lo suficientemente dañino o peligroso que no pueda dominarse con un poquito de dulzura.

5 comentarios:

  1. Hola preciosa!

    aqui ando visitando tu bello espacio...

    comentandote que si gustas copiar la entrada de el gran maestro no hay problema solo cita la fuente...

    un beso

    fer

    ResponderEliminar
  2. Cibersan: gracias por querer compartir el cuento con los amigos de este blog. Seguiré tus consejos. Saludos.

    Amelche: coincidimos en muchas cosas, me alegra haberte conocido y sentirte siempre tan cerca. Gracias.

    ResponderEliminar
  3. Hola Rosa, la palabra "lanza-da" se puede clavar y hacer daño, aunque los hay que sabemos esquivarlas... ¿Por que los hay que "borran" palabras...?
    Un abrazo y una sonrisa de mi alma...

    PAZ Y AMOR para todos, sobre todo para ELLOS...

    ResponderEliminar
  4. Hola, José María:
    No te sigo con lo de "lanzada", pero no te preocupes: una palabra no se clava, y que pueda doler interiormente depende de nosotros, que queramos aceptarla como ofensa o no.
    En cualquier caso lo mejor que podemos hacer es dejarla pasar...
    ¿Quien borra "palabras" no lo hace porque se arrepiente de lo que escribió?

    Saludos cordiales.

    ResponderEliminar