Conocí a Emilia Nácher hace ya unos trece años durante unas vacaciones de verano. Pero no coincidimos en ninguna playa o camping, no. Yo por aquel entonces era estudiante de 3º de F.P. y, aprovechando el descanso estival, acepté cuidar de sus tres hijas hasta el inicio del próximo curso.
Conocer a Emilia, convivir con su familia, conocer su entorno, creencias y costumbres, fue una experiencia enriquecedora y transformadora a partes iguales. Ella, como profesora, atendía el centro de Yoga “Parashakti” en el piso inferior mientras yo me quedaba con sus hijas en el piso superior del mismo inmueble. Pero siempre nos encontrábamos en algún momento para conversar, compartir curiosidades y experiencias, y, en definitiva, conocernos. He de reconocer que sus vivencias estaban enriquecidas por sucesos increíbles e interesantes (como el nacimiento de su hija mayor a los pies del río Ganges), al contrario de lo poco y exiguo de lo que yo podía aportarle en aquellos momentos.
El simple hecho de entrar en su casa representaba para mí como el inicio de un viaje. Se trataba de un viaje interior, a un lugar lejano y desconocido pero muy, muy espiritual. Emilia había trabajado como voluntaria con las Hermanas de la Caridad en la India, y toda su vida se centraba y cobraba su verdadero sentido ayudando a los más necesitados, y su espiritualidad era una cosa que se percibía a la legua. Era una mujer sorprendente; tanto su interior como su exterior, de una belleza extraordinaria; la experiencia de tratar con ella, muy reconfortante. Era una persona que te hacía sentirte amada por su trato amable, su voz dulce y su sonrisa sincera.
Imaginad lo que supuso para mí encontrar a una persona que daba clases de yoga gratis, recogía ropa y zapatos para diversas ONG’s, mandaba paquetes con material de primeros auxilios a Calcuta, y que creó por aquel entonces una fundación de ayuda al menor llamada Prem Dam (Regalo de amor) que hoy día sigue vigente y que podéis conocer en el siguiente enlace: http://anandamaitreya.ning.com, entre otras muchas actividades.
Supone una experiencia tan extraordinaria que te marca de por vida. Aunque sé que no soy la única, pues todo el que la ha conocido en profundidad y ha sabido ver la pureza de su corazón, no tiene por menos que dedicarle el reconocimiento que bien merece.
Conocer a Emilia, convivir con su familia, conocer su entorno, creencias y costumbres, fue una experiencia enriquecedora y transformadora a partes iguales. Ella, como profesora, atendía el centro de Yoga “Parashakti” en el piso inferior mientras yo me quedaba con sus hijas en el piso superior del mismo inmueble. Pero siempre nos encontrábamos en algún momento para conversar, compartir curiosidades y experiencias, y, en definitiva, conocernos. He de reconocer que sus vivencias estaban enriquecidas por sucesos increíbles e interesantes (como el nacimiento de su hija mayor a los pies del río Ganges), al contrario de lo poco y exiguo de lo que yo podía aportarle en aquellos momentos.
El simple hecho de entrar en su casa representaba para mí como el inicio de un viaje. Se trataba de un viaje interior, a un lugar lejano y desconocido pero muy, muy espiritual. Emilia había trabajado como voluntaria con las Hermanas de la Caridad en la India, y toda su vida se centraba y cobraba su verdadero sentido ayudando a los más necesitados, y su espiritualidad era una cosa que se percibía a la legua. Era una mujer sorprendente; tanto su interior como su exterior, de una belleza extraordinaria; la experiencia de tratar con ella, muy reconfortante. Era una persona que te hacía sentirte amada por su trato amable, su voz dulce y su sonrisa sincera.
Imaginad lo que supuso para mí encontrar a una persona que daba clases de yoga gratis, recogía ropa y zapatos para diversas ONG’s, mandaba paquetes con material de primeros auxilios a Calcuta, y que creó por aquel entonces una fundación de ayuda al menor llamada Prem Dam (Regalo de amor) que hoy día sigue vigente y que podéis conocer en el siguiente enlace: http://anandamaitreya.ning.com, entre otras muchas actividades.
Supone una experiencia tan extraordinaria que te marca de por vida. Aunque sé que no soy la única, pues todo el que la ha conocido en profundidad y ha sabido ver la pureza de su corazón, no tiene por menos que dedicarle el reconocimiento que bien merece.
Emilia, eres ejemplo a seguir. Ojalá, algún día, pueda llegar a ser como tú.
Bella y enternecedora entrada, dedicada a esa gran persona de la que hablas.
ResponderEliminarSi, ojala algun dia todos fueramos asi.
Un abrazo.